Internacional
La farsa judicial que celebra una victoria en una guerra perdida
Un triunfo judicial revela la intrincada farsa de una guerra interminable y sus cómplices invisibles.

En un acto de pantomima judicial que hubiera dejado pálido al mismísimo Jonathan Swift, la fiscal estadounidense Pam Bondi, ataviada con la solemnidad de quien anuncia el descubrimiento de la rueda, proclamó una “victoria histórica” contra el narcotráfico. El mundo contuvo la risa, no sin cierto esfuerzo.
Según el relato oficial, tan verosímil como un billete de tres dólares, el temible Ismael “El Mayo” Zambada ha sido derrotado. No por la intrincada red de corrupción que alimenta el negocio, ni por la insaciable demanda de estupefacientes en el norte, sino por la impecable labor de unos fiscales que, por arte de magia burocrática, han conseguido lo imposible: encarcelar a un octogenario mientras el cártel, esa entelequia etérea, sigue operando con la eficiencia de un reloj suizo.
La fiscal Bondi, con la cara más dura que el cemento de sus supersónicas prisiones, pintó un cuadro donde los malos son muy malos y los buenos, es decir, su Departamento de Justicia, son héroes incansables. Olvidó mencionar, quizás por un lapsus de modestia, el pequeño detalle de que el “régimen de terror” del Mayo floreció durante décadas gracias a la complicidad estructural, los sobornos a funcionarios y esa curiosa tendencia del capitalismo a monetizar hasta la propia miseria humana.
El capo, nos cuentan, “operaba con impunidad” en las altas esferas. ¡Vaya revelación! Es como descubrir que el agua moja. La verdadera noticia, la que no se anuncia en conferencias de prensa, es que la impunidad no es un atributo del capo, sino la moneda corriente de un sistema donde las fronteras entre el crimen organizado y las organizaciones que lo combaten son tan difusas como la moral de un cambista.
Celebran que morirá en una cárcel federal. Un final casi poético para un hombre que vivió en una cárcel mucho más grande: un país entero secuestrado por la lógica del tráfico, donde la ley es una sugerencia y la violencia, el argumento último. Mientras, los precursores químicos siguen viajando desde China, la droga se sigue fabricando en México y los niños estadounidenses siguen muriendo. Pero hey, ¡qué más da! Ellos tienen un trofeo que mostrar.
Esta “victoria histórica” no es más que un espejismo en el desierto de una guerra perdida. Un ardid publicitario para ocultar el fracaso monumental de una estrategia que, en lugar de atacar las causas, se dedica a pescar peces viejos en un océano de sangre y dinero. El cártel de Sinaloa es una hidra: le cortan una cabeza y, para cuando termina la rueda de prensa, ya han brotado dos nuevas. El negocio, como siempre, sigue abierto.

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