El desplazamiento silencioso provocado por la violencia en Sinaloa

Desde mi experiencia en el análisis de conflictos regionales, he sido testigo de cómo la violencia transforma comunidades enteras. Lo ocurrido en la sindicatura de Tepuche, al norte de Culiacán, no es un hecho aislado, sino un capítulo más en una trágica secuencia que se repite. Los enfrentamientos entre militares y civiles armados que emplean tecnología con drones marcan un punto de inflexión en las tácticas del conflicto, una evolución sombría que he visto desarrollarse en los últimos años.

La crudeza de estos eventos se mide no solo en bajas, sino en el éxodo de personas. El reporte de dos civiles fallecidos y, más significativamente, de 200 personas forzadas a abandonar sus hogares para buscar refugio con familiares, es la verdadera métrica del dolor. He aprendido que detrás de cada número hay historias de desarraigo, miedo y una incertidumbre que persiste mucho después de que cesan los disparos. Las balaceras en poblados como Caminaguato no son meros titulares; son experiencias traumáticas que dejan cicatrices profundas en el tejido social.

La respuesta del convoy del Ejército, que logró repeler la agresión de armas automáticas y drones, ilustra la complejidad del desafío que enfrentan las fuerzas federales. En el campo, la teoría choca con una realidad caótica. Abatir a dos miembros de los grupos civiles en pugna puede restablecer temporalmente la calma, pero rara vez resuelve la disputa subyacente por el control del territorio, que es la raíz de este mal. Este desplazamiento masivo hacia la capital del estado es un patrón que reconozco: las familias no huyen por paranoia, sino por instinto de supervivencia ante una situación de inseguridad tangible.

La postura del Gobernador, Rubén Rocha Moya, quien inicialmente descartó decesos, refleja un desafío comunicativo común: equilibrar la transparencia con la necesidad de no alimentar el pánico. Su mención del Gabinete de Seguridad y la focalización en tres comunidades del norte de Culiacán confirma lo que la experiencia nos enseña: estas crisis requieren estrategias micro-localizadas. No hay soluciones únicas. La lección más dura que he aprendido es que mientras grupos en pugna sigan utilizando el terror, incluidos drones para ahuyentar a la población, la paz será esquiva. La verdadera batalla no es solo por el territorio, sino por la garantía de que las personas puedan regresar a sus hogares sin miedo.

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio