El circo de la limpieza perfecta de Pemex

El Milagro Burocrático en el Río Pantepec

En un despliegue de eficacia tan inusual como sospechoso, el coloso petrolero estatal, normalmente aquejado de parálisis crónica, ha ejecutado lo que solo puede describirse como un milagro hidrocarburológico: limpiar el desorden que él mismo creó. Tras decorar el cauce del río Pantepec con su exclusiva colección de crudo de exportación, gracias a un oleoducto con más fugas que un discurso político, la empresa ha movilizado a un ejército de 135 almas para borrar las evidencias con la meticulosidad de un criminal limpiando la escena del crimen.

La Coreografía de la Contención

El protocolo fue una obra maestra del teatro corporativo: seis barreras marinas dispuestas con la precisión de un general en guerra contra su propia incompetencia, y nueve cordones oleofílicos desplegados como si contuvieran no petróleo, sino la vergüenza institucional. Los gaviones fueron lavados con desengrasante biodegradable, porque nada dice “compromiso ambiental” como utilizar químicos para limpiar otros químicos que nunca debieron derramarse. Mientras, la maleza impregnada fue retirada con el celo de un censurador eliminando pasajes incómodos de la historia oficial.

El Gran Final: El Bombeo de la Absolución

El acto culminante de esta farsa ecológica fueron las “pruebas de bombeo exitosas”, palabras que en el diccionario pemexiano significan “el agua ya no prende fuego”. La reanudación del suministro se anunció con la pompa de quien otorga un favor, no de quien repara un delito. Y como en toda comedia burocrática que se precie, el elenco de comparsas fue numeroso: el Gobierno del Estado, Conagua y Cofepris, todas instituciones aplaudiendo al pirómano que apaga el incendio con la misma mano que lo inició. Una colaboración ejemplar donde todos se felicitan por resolver un problema que, en un sistema menos absurdo, jamás debería haber existido.

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