El Gran Teatro de la Tragedia Personal en Tiempos de ‘Likes’
En un giro que nadie, absolutamente nadie, pudo prever, la archifamosa influencer y sumo sacerdotisa del mommy blogging, Marianne Gonzaga, ha decidido llevar su siguiente acto a los tribunales de la opinión pública digital. Recordada por su memorable y espontánea performance de arte corporal con utensilios punzantes sobre la colega Valentina Gilabert, la joven prodigio ahora despliega un nuevo monólogo dramático: la víctima de violencia vicaria.
Desde su trono en TikTok y su púlpito en Instagram, la doncella de dieciocho primaveras ha convocado a su hueste de seguidores. La misión sagrada: proteger a la infanta Emma de las garras del abuelo paterno, un ser abominable que, según los cánones modernos, comete el pecado capital de ser… abogado. Su crimen: utilizar “amparos y apelaciones”, esas armas oscuras y burocráticas, en lugar del debate limpio y transparente de los comentarios de un directo.
La Paradoja de la Pureza Acreditada
En un movimiento de genialidad retórica, la damisela ha adjuntado a su grito de guerra los más sagrados pergaminos: estudios psiquiátricos que proclaman su sanidad y estabilidad. ¡He aquí la prueba irrefutable! Mientras, el contenido prosigue: sesiones de GRWM (ritual de preparación conmigo) con la niña, crónicas diarias de la vida doméstica, y sagas épicas sobre la decoración del aposento infantil. Porque nada dice “estoy enfocada en una batalla legal por la custodia” como un haul de ropita de bebé perfectamente iluminado y editado.
“Estoy harta”, declara con el ceño fruncido que sus fans adoran, “de la violencia vicaria“. Y es que, en el nuevo mundo, la violencia ya no necesita sudar. Basta con un recurso legal, presentado en horario de oficina, para infligir un dolor mayor que cualquier golpe. La denuncia se mezcla con acusaciones de descuidos, falta de pensión alimenticia, y el clásico villano moderno: el abuso de sustancias y la tenencia de armas. Un elenco completo para una telenovela judicial.
El Juicio Final en la Corte del ‘Scroll’
Así, el drama íntimo se transforma en contenido, la angustia en engagement, y la complejidad de un proceso de custodia en una batalla campal entre buenos y malos, narrada en historias de 15 segundos. La justicia, esa entidad lenta y gris, es desafiada por el veredicto instantáneo de los algoritmos y la solidaridad convertida en compartir y dar “me gusta”.
En este gran circo, la verdadera víctima, la pequeña Emma, es reducida a un accesorio de utilería en el escenario de la reputación digital de sus progenitores. Su futuro, un argumento más en la lucha por la audiencia. Porque en la era del espectáculo total, hasta el dolor más profundo debe tener una banda sonora pegadiza y estar optimizado para SEO.













