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Afición yucateca viaja 20 horas para animar a los Leones en playoffs

La devoción de los seguidores yucatecos traspasa fronteras y relojes para apoyar a su equipo en la capital.

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¿Qué mueve a un grupo de fanáticos a recorrer 1,500 kilómetros por carretera? La respuesta late en el corazón de la Porra Melenuda, cuya lealtad hacia los Leones de Yucatán redefine el concepto de pasión deportiva. Mientras el equipo se enfrenta a los Diablos Rojos en los playoffs de la LMB, estos guerreros del ánimo convierten las gradas del estadio Alfredo Harp Helú en un pedazo de Mérida.

Javier Samos, fundador de esta tribu urbana beisbolera, desvela la economía de la devoción: 5,000 pesos por persona en gastos, una inversión emocional que supera cualquier cálculo racional. “Los Leones son mi segunda familia”, confiesa, revelando cómo el diamante se convierte en hogar para quienes tejen comunidad alrededor de un bate y una pelota.

Ubicados estratégicamente en el jardín izquierdo, los tambores de la porra resuenan como latidos compartidos, demostrando que en la era del streaming, la experiencia presencial sigue siendo insustituible. Su travesía cuestiona los límites del apoyo incondicional: ¿Es este el modelo para revitalizar el deporte profesional? Una lección de cómo las conexiones humanas pueden reinventar el espectáculo deportivo.

Más que seguidores, son arquitectos de una nueva narrativa donde la afición ya no es espectadora, sino protagonista activa del drama beisbolero. Su viaje épico plantea: ¿Y si los equipos invirtieran en caravanas de fans como estrategia de engagement? La Porra Melenuda ha escrito, sin saberlo, un manifiesto sobre el poder transformador de la pasión colectiva.

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