El sueño regio se esfuma ante la maquinaria alemana en el Mundial de Clubes

Imaginen por un instante un universo alterno donde el balón, en un acto de rebeldía contra las leyes de la física, hubiera obedecido los designios de Sergio Ramos en el minuto 90 y tantos. Pero no, este no es un cuento de hadas: el esférico prefirió burlarse de las ilusiones regias, rozando el poste como si fuera un *influencer* esquivando impuestos.

Así, con la elegancia de un burocracia aplastando sueños, el Borussia Dortmund —esa meticulosa *maschinen* teutona— despachó a Monterrey del Mundial de Clubes (2-1). Los alemanes, cual reloj suizo con patrocinio de cerveza, marcaron dos goles en media hora, como si estuvieran siguiendo un manual titulado *Cómo aniquilar esperanzas en 30 minutos o menos*.

Monterrey, noble como un perro callejero que cree en la bondad humana, respondió con garra. “Tecatito” Corona y Deossa se convirtieron en pesadillas ambulantes para la defensa germana, hasta que Berterame anotó y todos pensamos: *¿Será posible?*. Spoiler: no lo fue. El Dortmund, expertos en el arte de *time-wasting* (o “gestión del reloj”, como lo llaman los románticos), demostró que el fútbol moderno premia más la frialdad que el corazón.

Y así, entre faltas estratégicas y balones que se negaron a entrar, el sueño regio se evaporó. Ramos remató como en sus días de gloria… pero esta vez, el destino eligió ser *plot twist*. Moraleja: en el fútbol, como en la vida, la épica a menudo pierde ante la eficiencia. Y los héroes, a veces, se quedan sin final feliz.