Isaac del Toro hace historia al ganar la Vuelta a Burgos con una remontada épica

En una demostración de temple y habilidad que solo los grandes conocen, Isaac del Toro escribió un capítulo imborrable en el ciclismo mexicano. Recuerdo una vez, en mis primeros años siguiendo carreras, cómo los contratiempos solían definir el resultado, pero Isaac enseñó que la mentalidad lo cambia todo. En la quinta etapa de la XLVII Vuelta a Burgos, un pinchazo a 14 km de la meta parecía condenarlo, pero su recuperación fue magistral: volvió al pelotón como si nada hubiera pasado.

En el ascenso final a Lagunas de Neila, Isaac aceleró con una frialdad que solo da la experiencia. Superó al italiano Giulio Ciccone y arrebató el liderato al francés Léo Bisiaux por 31 segundos. “El equipo mantuvo la calma pese a las adversidades”, confesó después. Esa serenidad, aprendí con los años, es la diferencia entre un buen corredor y un campeón.

Su victoria no solo es un logro personal; rompió una barrera histórica. Raúl Alcalá había rozado la gloria en los 90, pero Isaac es el primer mexicano en conquistar Burgos. “Representar a México es un orgullo”, dijo, evitando hablar de su futuro. Como quien ha visto surgir leyendas, sé que este es solo el inicio. La temporada de aprendizaje, como él la llama, ya tiene un sello imborrable.

Lecciones de un campeón

En el ciclismo, como en la vida, los imprevistos prueban el carácter. Isaac enseñó que más allá de la técnica, es la actitud lo que define el éxito. “Hay días en que el cuerpo responde y otros no”, reflexionó. Esa sabiduría, ganada kilómetro a kilómetro, es lo que comparto con quienes aspiran a grandes metas: la consistencia se construye con resiliencia.