La delgada línea entre un momento de gloria y la titularidad permanente
En mis años siguiendo y analizando el fútbol, he visto decenas de jóvenes defensores anotar goles cruciales como el de Ramón Juárez ante Monterrey. Esos instantes de gloria iluminan carreras, pero rara vez garantizan un puesto titular. André Jardine, con la sabiduría que da la experiencia, cometió el error común de muchos técnicos: elogiar con una mano mientras con la otra mantiene la puerta cerrada.
Recuerdo cuando un joven central anotó un gol similar en mi época como observador. La afición lo elevó al cielo, pero el técnico, conocedor de que la consistencia defensiva se mide en noventa minutos y no en un remate, mantuvo su jerarquía. Jardine hace lo mismo: reconoce el talento de Juárez pero inmediatamente equilibra el elogio mencionando a Igor Lichnovsky, su referente chileno.
La frase “tengo una consideración grande por Igor porque es de jerarquía” revela más de lo que parece. En este oficio, “jerarquía” significa experiencia en momentos decisivos, temple en finales, liderazgo en vestuario. Son cualidades que no se enseñan, se viven. Juárez las está construyendo, pero Lichnovsky ya las tiene certificadas en títulos.
La declaración sobre que jugadores de sus características “pierden ritmo” si no juegan seguido es técnicamente cierta, pero también es un mensaje velado: la competencia está abierta, pero la confianza se gana con continuidad, no con momentos aislados. He visto demasiados talentos prometedores creer que un gol les abría las puertas del once inicial, solo para frustrarse cuando el técnico priorizó la consistencia sobre el destello.
La renovación por tres años de Juárez demuestra que el club apuesta por su futuro, no necesariamente por su presente inmediato. Jardine maneja el equilibrio perfecto: motiva al joven con halagos y visión de selección nacional, mientras protege a su veterano manteniendo la competencia leal. Es una lección de manejo de vestuario que solo la experiencia enseña.
Al final, la afición debería alegrarse, como dice Jardine, de tener dos centrales de nivel. En el fútbol moderno, la rotación inteligente es más valiosa que los titulares de papel. Juárez tiene el futuro en sus pies, pero Lichnovsky tiene el presente en su experiencia. Y un buen técnico sabe que necesita ambos.