En mis largos años alrededor del cuadrilátero, pocas veces he presenciado un enfrentamiento que genere tanta división de opiniones como el que veremos este sábado. La incertidumbre que rodea al combate entre Saúl “Canelo” Álvarez y Terence Crawford es un fenómeno que nos recuerda por qué el boxeo captura la imaginación del mundo.
Kenny Bayless, una leyenda con más de 800 peleas arbitradas y reciente inducto al Salón de la Fama, compartió conmigo sus perspectivas desde Las Vegas. Recuerdo claramente su presencia autoritaria en el ring, esa voz firme que declaraba “lo que yo diga, ustedes deben obedecer”. Cuando alguien con su trayectoria habla, nosotros en el mundo pugilístico escuchamos.
Bayless, quien conoce a ambos gladiadores como pocos, me confesó algo que solo la experiencia puede enseñar: “Si tuviera que lanzar una moneda al aire para conocer al vencedor, esa sería la mejor forma para decidirme”. La sabiduría que viene tras décadas en este negocio te enseña que la certeza absoluta es un lujo que rara vez tenemos.
Su análisis técnico es revelador: “Crawford se mueve con excelencia, posee la habilidad de cambiar de ortodoxo a southpaw con fluidez, tiene un movimiento de pies excepcional”. He visto cómo estas virtudes pueden acumular puntos decisivos en las tarjetas de los jueces. Pero también he aprendido que en el boxeo, un solo golpe bien colocado puede reescribir todo el guion.
El poder de Canelo sigue siendo ese factor igualador que respeta todo experto. Como me dijo Bayless con la convicción de quien ha visto todo: “Si Canelo puede conectar su derecha con precisión, puede alterar completamente el desarrollo del combate”. He presenciado cómo ese golpe ha cambiado destinos en segundos.
Al final, lo que hace grande este deporte es precisamente esta dualidad: la batalla entre el arte boxístico de Crawford y el poder concusor de Canelo. Dos filosofías pugilísticas que colisionarán en lo que promete ser un episodio histórico para el peso supermedio.
