La Selección Mexicana Femenil no pudo sostener su ventaja ante Uruguay

En un espectáculo digno de una tragicomedia griega, la Selección Mexicana Femenil demostró una vez más que el arte de perder victorias es tan mexicano como el tequila y los chismes de vecindad. Con el regreso de Charlyn Corral, la afición ilusionada creyó que el milagro ocurriría, pero al final, el destino—o más bien, la defensa—tenía otros planes.

El Estadio de la BUAP, con sus más de diecisiete mil espectadores (una cifra sorprendente para un partido femenil, lo cual ya es un milagro en sí mismo), vibró con el gol de Myra Delgadillo. Pero, como en toda buena telenovela, la felicidad fue efímera. Jasmine Casárez amplió la ventaja, y por un momento, México soñó con la gloria… hasta que Uruguay, como ese invitado incómodo que llega tarde pero arruina la fiesta, apareció.

Las uruguayas, tras pasar los primeros 70 minutos como si estuvieran en un tour turístico por la cancha, decidieron que ya era hora de jugar. Stephanie Lacoste y Pamela González (esta última con un tiro libre que seguramente será recordado como “el gol que México regaló”) convirtieron el marcador en un empate que dejó a todos preguntándose: ¿realmente estamos preparados para una Copa del Mundo?

Por si fuera poco, el casi-gol de Charlyn Corral, anulado por fuera de lugar, fue el epitafio perfecto para una noche de “casi, pero no”. Ahora, el Tricolor tendrá su revancha en Tlaxcala, un estado tan conocido por su fútbol como por su… bueno, mejor no entremos en eso. El objetivo sigue siendo clasificar al Mundial 2027, aunque con actuaciones como esta, quizá deberían considerar llevar un manual de “Cómo cerrar un partido cuando vas ganando”.

Mientras tanto, la afición, entre resignada y esperanzada, se pregunta: ¿será este el año en que el fútbol femenil mexicano deja de ser una promesa incumplida? O, como dirían los más cínicos: al menos no perdieron.