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Los Charros convierten el diamante en un circo y los Tigres en espectadores

Una noche donde los maderazos y los ponches escribieron otra página de la eterna rivalidad beisbolera.

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Los Charros convierten el diamante en un circo y los Tigres en espectadores

En un espectáculo que osciló entre la épica y la farsa, los Charros de Jalisco demostraron anoche que el béisbol puede ser tanto un deporte como una tragicomedia. Con una combinación de pitcheo magistral y bateos que parecían más bien actos de vandalismo deportivo, los feligreses del Estadio Panamericano presenciaron cómo los Tigres de Quintana Roo se convertían en meros figurantes de un guion escrito por los dioses del humor absurdo.

Eduardo Vera, el héroe anónimo que probablemente vende seguros de vida entre innings, se transformó en un lanzador mitológico: seis entradas, tres ponches y la capacidad de hacer que los bateadores rivales se preguntaran si estaban sosteniendo un bate o un palo de escoba. Su sexta victoria de la temporada fue menos un logro deportivo y más una lección de cómo hipnotizar felinos con rectas.

Mientras tanto, la ofensiva charra operó con la sutileza de un toro en una cacharrería. Donny Sands, quien aparentemente confundió la pelota con una piñata, y Carlos Mendivil, el remolcador oficial de carreras, convirtieron el partido en un tutorial de cómo anotar sin permiso. Los Tigres, por su parte, respondieron con la estrategia defensiva de un equipo que revisaba su feed de Instagram entre jugadas.

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El momento cumbre llegó con el triple de Mateo Gil, una jugada tan inesperada que hasta los árbitros dudaron si estaba permitido en el reglamento. Para rematar la farsa, Josh Green apareció en el noveno inning como el cerrador que nadie pidió pero todos necesitaban, sellando un partido que dejó más preguntas que respuestas: ¿Fue esto béisbol o un reality show improvisado?

Mañana, en el Charro Park, la saga continuará. Los Tigres prometen venganza, o al menos, intentarán recordar cómo se sostiene un bate. Mientras tanto, Jalisco sigue escribiendo su épica con maderazos y un guionista con claro favoritismo divino.

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