Rayados y Mazatlán libran una épica batalla de contrastes estadísticos

En un espectáculo que promete más drama que una telenovela vespertina, los Rayados de Monterrey —esa máquina pulverizadora de ilusiones— reciben al Mazatlán FC, un equipo cuya ambición se mide en gramos, como quien juega a la lotería con un boleto caducado. El escenario: el Gigante de Acero, nombre apropiado para una fortaleza donde los sueños ajenos van a ser aplastados con la delicadeza de un tanque.

Los regiomontanos, con sus nueve puntos y un ego del tamaño del Cerro de la Silla, pretenden emular al Pachuca en la cima de la tabla, como si la grandeza se midiera por acumulación de victorias contra rivales que parecen extras de película. Mientras, los Cañoneros —cuyo poder de fuego se limita a disparar al aire— fantasean con entrar al Play-In, ese limbo donde los equipos mediocres juegan a no ser olvidados.

Desde su derrota inaugural contra los Tuzos, el Monterrey de Domenec Torrent ha perfeccionado el arte de ganar sin brillar, como un estudiante que copia en los exámenes pero presume promedio de 10. Su racha de tres triunfos, incluyendo uno contra el León (que por cierto anda más perdido que un perro en misa), los convierte en candidatos a… seguir decepcionando en torneos internacionales.

En el rincón de los optimistas irreductibles: Mazatlán, cuyo historial contra los Rayados es tan lamentable que hasta las estadísticas se sonrojan. Una victoria en diez encuentros —lograda seguramente por un error administrativo— y seis derrotas que pintan un cuadro tan patético como esperable en este circo llamado Liga MX, donde la meritocracia brilla por su ausencia y los equipos “chicos” existen para hacer quedar bien a los “grandes”.