Violeta, la luchadora que libra más batallas fuera del cuadrilátero

En el gran circo de la vida moderna, donde el Estado delega en madres como Violeta el triple trabajo de Hércules (pero sin paga ni reconocimiento), nuestra protagonista ejecuta una rutina que haría palidecer al más pintado de los superhéroes neoliberales. Entre el tianguis y el ring, entre los mandados y las maromas, esta gladiadora de barrio demuestra que la verdadera lucha libre ocurre lejos de las cámaras, en una sociedad que espera que las mujeres malabareen hijos, trabajos y sueños sin soltar ninguna pelota.

Con una agenda que haría colapsar a cualquier asistente virtual, Violeta desmonta mitos como aquel de “la mujer multitarea”: no es un don sobrenatural, es pura supervivencia en un sistema donde la maternidad sigue siendo un deporte extremo sin red de protección. Mientras los discursos oficiales celebran el “empoderamiento femenino”, nuestras heroínas cotidianas siguen dependiendo de redes informales (léase: abuelas explotadas) para poder… ¡ejercer su derecho a trabajar!

La ironía alcanza su clímax cuando descubrimos que esta luchadora profesional encontró en el pancracio la solución pedagógica perfecta: ¿Su hijo rebelde? ¡Al gimnasio de lucha! Una metáfora perfecta de cómo en México hasta la disciplina familiar requiere espectacularización. Mientras las autoridades recortan presupuestos educativos y deportivos, el ring se convierte en improbable escuela de vida, donde los jóvenes aprenden a caerse y levantarse… literalmente.

Y así, entre combates reales y metafóricos, Violeta encarna la contradicción más absurda de nuestro tiempo: ser reconocida como profesional en el cuadrilátero mientras su trabajo de madre sigue siendo visto como “natural”, invisible e inagotable como el aire. Este 10 de mayo, mientras el comercio se llena de globos y serenatas, recordemos que las verdaderas campeonas no necesitan días festivos: llevan años ganando por nocaut en el combate más desigual de todos.