Devoción y Disturbios en la Fiesta Guadalupana de un Ícono Urbano

En un despliegue de fervor contemporáneo que habría dejado perplejos a los cronistas de la Nueva España, el bardo urbano Ángel Jair Quezada Jasso, secularmente conocido como Santa Fe Klan, ofició un singular rito en honor a la Emperatriz de América en su morada guanajuatense. El evento, una alegoría perfecta de nuestros tiempos, prometía una fusión sublime entre la tradición mariana y la jolgorio callejero, todo bajo el sagrado algoritmo de Instagram.

La ceremonia, iniciada con puntualidad litúrgica a la medianoche del día doce, comenzó con las consabidas Mañanitas entonadas por un mariachi, como manda el canon guadalupano. No obstante, la paz del maitines se quebró con la velocidad de un *skip* en una playlist, cuando la congregación de fieles, familiares y adeptos decidió que el tributo más apropiado a la Morenita del Tepeyac era una coreografía de empellones y puñetazos. La escena, digna de un aquelarre posmoderno, mostraba al sumo sacerdote del *flow* nacional cantando ante un altar callejero, mientras a sus espaldas se libraba una batalla campal que haría palidecer a los conquistadores.

El Evangelio Según las Redes Sociales

Previamente, el apóstol del hip-hop mexicano había proclamado la buena nueva en su perfil digital: “FIESTAAAAA EN LA SANTA“, convocando a las ovejas de su rebaño a un jubileo donde todo era gratuito, incluyendo, al parecer, la catarsis violenta. Los vídeos que circularon por la red de redes —el verdadero *libro de los hechos* de este siglo— documentan con crudeza evangélica cómo la devoción puede transmutarse en gresca en el tiempo que dura un estribillo. El artista, en un arrebato de autoridad pastoral, intentó mediar, pero sus esfuerzos fueron tan efectivos como intentar apagar un incendio con *chelas*.

La parábola se completó cuando, tras el exabrupto pugilístico, la festividad recobró su ánimo como si nada hubiera ocurrido. La pirotecnia estalló, la banda sinaloense atronó y cientos de almas continuaron danzando, en un sublime ejercicio de *amnesia colectiva* festiva. La violencia física, con sus cachetadas y lanzamiento de objetos, fue apenas un intermedio, un *remix* no autorizado en la sinfonía de la celebración.

Moralina para una Sociedad en Streaming

El silencio oficial del cantante sobre el percance es quizás el comentario más elocuente. En la nueva liturgia de la fama, donde lo sagrado y lo profano son *content* para alimentar el *feed*, un altercado es apenas un *highlight* más, un *clip* que genera *engagement*. La música tradicional mexicana sonó por horas, envolviendo en un mismo manto de folklore tanto la plegaria como la pelea, demostrando que en el gran teatro del mundo digital, la reverencia y el relajo son caras de la misma moneda, convenientemente monetizable.

He aquí, pues, el milagro guadalupano del siglo XXI: la capacidad de un *influencer* para congregar multitudes en nombre de la fe, y la habilidad de dicha multitud para convertir, en un santiamén, una serenata en un *free-for-all*, todo ello bajo la mirada impasible de los *smartphones* que graban para la posteridad, o al menos, para las *historias* que desaparecerán en 24 horas.

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