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Fanático de Jennifer Aniston choca contra su mansión tras años de acoso

Un fan obsesivo cruza la línea entre admiración y delito en un episodio escalofriante.

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En un giro que parece sacado de un guion rechazado de “Misery”, pero con el glamour hollywoodense que solo la vida real puede ofrecer, un admirador de Mississippi decidió que amar a Jennifer Aniston significaba literalmente estrellarse contra su puerta. Jimmy Wayne Carwyle, de 48 años y aparentemente con mucho tiempo libre, pasó de enviar mensajes de voz patéticos a convertir su automóvil en un proyectil improvisado contra la mansión de Bel Air de la actriz, como si quisiera competir por el premio al “stalker más creativo del año”.

Las autoridades, con esa solemnidad que solo los fiscales pueden fingir, anunciaron cargos por “acoso grave” y “vandalismo”, como si destruir la puerta de una estrella de televisión con un coche fuera un acto de rebelión adolescente y no un delito digno de un thriller psicológico. Nathan Hochman, fiscal del condado de Los Ángeles, declaró con seriedad que su oficina está “comprometida” a perseguir a quienes aterrorizan a otros, aunque uno se pregunta si ese compromiso incluye también a los paparazzi o solo a los fans que se pasan de la raya sin tarjeta de prensa.

Mientras tanto, Aniston, quien ha esquivado dramas desde los tiempos de Ross y Rachel, ahora debe lidiar con un intruso que interpretó mal el concepto de “amor a primera vista”. La actriz, que pagó 21 millones por su refugio en 2012, seguramente no imaginó que su inversión incluiría pruebas de resistencia contra vehículos en movimiento. Por suerte, un guardia de seguridad evitó que el susodicho fanático llegara más lejos, demostrando una vez más que en Hollywood, incluso los jardines necesitan escoltas.

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Si Carwyle es condenado, podría enfrentar hasta tres años tras las rejas, tiempo suficiente para reconsiderar su estrategia de cortejo. Mientras tanto, los vecinos de Bel Air probablemente revisarán sus sistemas de seguridad, porque nada arruina más una tarde en la piscina que un admirador con un coche y malas intenciones.

En un mundo donde la obsesión por las celebridades se vende como entretenimiento, este episodio sirve como recordatorio grotesco de hasta dónde puede llegar la locura cuando la fama se confunde con una invitación abierta. Aniston, por su parte, sigue siendo una estrella, aunque ahora con una puerta menos y una historia más para el libro de anécdotas bizarras de Hollywood.

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