Harry Styles irrumpe en la elección papal con estilo inesperado

En un giro que nadie anticipó —excepto quizá los teóricos del caos—, Harry Styles, sumo sacerdote del pop global, decidió que el acontecimiento del milenio no era su próximo álbum, sino la elección de León XIV. Allí estaba, entre cardenales y fieles, luciendo su atuendo de incógnito: una gorra que proclamaba su matrimonio con la música electrónica y gafas tan oscuras como el destino de la industria discográfica.

Mientras el humo blanco ascendía sobre la Capilla Sixtina, un feligrés anónimo tuvo su epifanía personal: “Vi a Dios… bueno, a su versión en jeans y mocasines”, declaró la afortunada testigo, cuya foto en X (antes Twitter) acumuló más likes que la encíclica papal. La ironía fue sublime: el hombre que llena estadios con canciones sobre corazones rotos ahora robaba protagonismo al sucesor de San Pedro.

Crónica de una canonización involuntaria

Styles, quien recientemente demostró que puede correr un maratón más rápido de lo que la Iglesia resuelve un cisma, parece empeñado en redefinir el concepto de “aparición divina”. Primero fue Tokio, luego un Uber en Londres, y ahora… el Vaticano. ¿Será acaso un performance artístico sobre la fugacidad de la fama? ¿O simplemente un millennial perdido en su búsqueda espiritual entre giras y playlists?

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Lo cierto es que, en esta era de hiperexposición, hasta los momentos más solemnes deben compartir espacio con la cultura del meme. Mientras León XIV prometía guiar a 1.300 millones de almas, el algoritmo de Instagram ya etiquetaba la Plaza de San Pedro como “lugar trending: combina fe y fandoms”. La pregunta que queda flotando entre el incienso y los retuits es: ¿quién evangeliza a quién?