Jaime Camil desconoce la polémica de Ángela Aguilar y Nodal

En mis años en este medio, he aprendido que la percepción pública es un océano impredecible. Jaime Camil, un colega de larga y respetada trayectoria, se ha topado de frente con una de sus corrientes más turbulentas: el odio injustificado en redes sociales.

Recientemente, Camil compartió una fotografía junto a Pepe y Leonardo Aguilar, acompañada de un mensaje de genuina felicitación por su exitosa presentación en el Hollywood Bowl. En un gesto de camaradería artística, también elogió el talento de Ángela Aguilar, destacando su voz privilegiada y augurándole una carrera imparable. En nuestra industria, ese tipo de apoyo entre colegas solía ser norma, no excepción.

La sorpresa llegó después. En una conversación con Ricardo Casares, un Camil visiblemente desconcertado confesó su perplejidad por la ola de “hate” que recibió. “Qué bárbaro, qué cosa, qué está pasando, qué locura“, expresó, con esa incredulidad que solo produce el encontrarse con una tormenta que no viste venir.

He aquí una lección que he visto repetirse: el ritmo frenético de los escándalos en el mundo del espectáculo crea burbujas de información. Camil, radicado en Estados Unidos, argumentó, con una sinceridad que encuentro creíble, que simplemente no estaba al tanto de la polémica que rodea a Ángela Aguilar y Christian Nodal desde hace un año. No es excusa; es una realidad. Los canales de chismes y los programas de escándalos no siempre trascienden fronteras, y uno, enfocado en su trabajo, puede permanecer ajeno a ciertas narrativas.

Su reacción —”No te puedo explicar el hate… yo no estoy enterado, me tengo que enterar, ¡el hate empezó a un nivel!“— es el reflejo puro de alguien que actuó desde la buena fe y se encontró con la complejidad de un conflicto ajeno. He estado en situaciones similares, donde un comentario bienintencionado choca con una historia de fondo que desconocías por completo.

Ahora, con el contexto completo sobre la mesa, Camil reconoce la dureza del escándalo. Sin embargo, con la sabiduría de quien prioriza el arte sobre el drama, remarcó lo esencial: el aplauso unánime y impresionante que recibieron en el escenario. Al final del día, el reconocimiento del público en un lugar tan emblemático como el Hollywood Bowl es un testimonio mucho más poderoso y perdurable que el ruido efímero de las redes sociales. Es un recordatorio que aplica a todos: el arte debe prevalecer sobre el chisme.