La embajadora de la cosmética diplomacia nacional

Fátima Bosch, representante de México

En un giro de acontecimientos que sin duda alterará el curso de la geopolítica mundial, la ciudadana Fátima Bosch ha sido investida con el alto cargo de Miss Universo México, una suerte de Secretaría de Estado para Asuntos Estéticos cuya misión diplomática culminará en el exótico reino de Tailandia. La flamante embajadora ha declarado, con la solemnidad de quien anuncia un tratado de paz, que las murmuraciones de sus colegas descontentas no la distraerán de su sagrado objetivo: repatriar la reluciente corona.

El proceso de sucesión, lejos de ser unánime, fue recibido con el cálido espíritu de camaradería que caracteriza a cualquier cónclave de poder. Solo cuatro de sus predecesoras en el trono consideraron oportuno ofrecer un reconocimiento a la nueva mandataria, en una muestra ejemplar de sororidad competitiva que nos recuerda a las mejores cortes renacentistas.

Consultada sobre las invectivas, la emisaria Bosch esbozó su filosofía de gobierno: Procuro desatender esas trivialidades. Mi labor se centra en personificar a la nación con una dignidad ejemplar y provocar el regocijo patriótico. Lo crucial es mantener la concentración en mi propia esencia, declaró con una ecuanimidad digna de un estoico.

Al ser interrogada sobre si la travesía hacia la cumbre tailandesa resultaba más ardua de lo previsto, su entusiasmo no decayó: Esta peregrinación ha sido formidable. He asimilado numerosos conocimientos; como hembra he experimentado una metamorfosis y el evento constituye un trampolín que fortalece y faculta para que el discurso femenino sea atendido. Para mí constituye un honor el poder adiestrarme para encarnar a mi patria de la forma más óptima… ¡y nos hallamos preparadas para Tailandia!

En un acto de justicia geográfica que resonará en los anales de la historia, la soberana celebró que una monarca del sur ostente la representación nacional, quebrando así el prolongado dominio septentrional. En todo el territorio coexisten damas hermosas y talentosas. Ya era hora de que el meridión se adjudicara la corona. Es la primera ocasión para Tabasco, y experimento un inmenso orgullo al personificar a la mujer austral y, mediante ello, a la totalidad de México, proclamó, trazando así nuevas fronteras en el mapa de la belleza oficial.

Mientras tanto, en la república de lo mundano, los ciudadanos contemplan absortos cómo la épica batalla por la supremacía cosmética se erige en el pináculo de las conquistas feministas, un faro de empoderamiento que brilla con la misma intensidad que el diamante de una tiara, demostrando una vez más que en la era del espectáculo, la diplomacia más efectiva se ejerce con un elegante porte y una sonrisa perfecta.

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