La fuga nasal de una princesa del pop rehabilitada

La fuga nasal de una princesa del pop rehabilitada

En un giro tragicómico digno de los anales de la aristocracia del espectáculo, la vástaga del difundo Rey del Pop, tras casi un sexenio de abstinencia química, ha decidido revelar al mundo la más íntima y sonora de sus cicatrices: un túnel septal que convierte su respiración en un silbido de vapor perpetuo.

Con la audacia de un cirujano forense pero usando la linterna de su teléfono móvil como bisturí lumínico, la cantante y actriz exhibió en Instagram el cráter cartilaginoso que alberga su nariz. “Poseo un silbido estridente al inhalar”, confesó la damisela, como si anunciara una nueva habilidad sobrenatural adquirida en su peregrinaje por los bajos fondos de la farmacopea.

La heredera, en un arrebato de filosofía callejera que habría horrorizado a los moralistas de salón, sentenció: “Eso es… precisamente lo que suponen. No ingieran estupefacientes, infantes. O bien, háganlo; cada mortal experimenta el vía crucis que el destino le ha asignado”. Una postura que reconcilia el consejo paternal con el nihilismo posmoderno en una sola y contradictoria exhalación.

LA ADICCIÓN COMO DECORADORA DE INTERIORES NASALES

No obstante, en un repentino acceso de cordura, la joven admitió que la toxicomanía “devastó” su existencia, aunque se niega rotundamente a reparar el boquete mediante intervención quirúrgica. Prefiere conservar su ventana nasal abierta al mundo antes que someterse al yugo de los medicamentos paliativos.

“He cohabitado con este orificio desde mi vigésimo año y resulta exasperante durante las sesiones de grabación”, declaró, antes de revelar que el conducto es tan espacioso que puede albergar un espagueti y hacerlo oscilar como péndulo carnoso. El clip culminó con una sinfonía de silbidos nasales que evocaban una tetera en ebullición perpetua.

LA SOBRIEDAD COMO ESPECTÁCULO PÚBLICO

Hace diez lunas, la vástaga Jackson se autoproclamó “alcohólica y heroínomana” con la solemnidad de quien recibe un premio, transformando su confesión en un acto de redención mediática. Asegura que la abstinencia le ha permitido redescubrir placeres terrenales como la música, el cariño de sus mascotas y la sensación de la luz solar sobre su piel.

“La existencia continúa, esté sobria o intoxicada”, reflexionó con profunda lucidez, “pero hoy dispongo del privilegio de experimentarla”. Una epifanía que sugiere que casi olvida que el mundo seguía girando mientras ella navegaba por mares opiáceos.

El manifiesto visual incluía un collage de apariciones en alfombras escarlatas, performances musicales y escenas idílicas con su corte de amigos y animales domésticos, como si la felicidad requiriera constantemente ser certificada ante notario visual.

LA CORONACIÓN DE LA VULNERABILIDAD

En esta era donde la confesión personal se ha convertido en moneda de cambio, la princesa del pop rehabilitada ha perfeccionado el arte de exhibir sus cicatrices como si fueran joyas de la corona, transformando un agujero en el tabique en una lección de vida, un silbido nasal en himno de supervivencia, y una advertencia contra las drogas en un ambiguo “hagan lo que quieran, pero miren el espagueti que cabe en mi nariz”.

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