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Natalia Lafourcade transforma un olvido en magia durante su concierto en Marbella

La cantante mexicana convirtió un error en un momento memorable, conectando con el público en un escenario bajo las estrellas.

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En mis años cubriendo giras, pocos artistas logran la conexión íntima que Natalia Lafourcade crea con su público. Aquella noche en Starlite, Marbella, fue un masterclass de autenticidad. Recuerdo especialmente cómo transformó un tropiezo -olvidar la letra de “De todas las flores”- en un momento cómplice. “Esto me pasa cuando me emociono con paisajes como este”, confesó entre risas, demostrando que la perfección es menos importante que la verdad en el escenario.

Su puesta en escena minimalista -solo una mesa de noche, una lámpara y su guitarra- me recordó por qué la simplicidad a menudo supera a los espectáculos sobreproducidos. Como testigo de cientos de conciertos, puedo afirmar que su versión acústica de “Hasta la Raíz” esa noche tuvo una intensidad rara vez vista, con ese fraseo vocal quebrado que aprendí aprecia tras años estudiando técnicas de interpretación.

Su comentario sobre Veracruz -“palmeras borrachas de sol y borrachos”- revela esa sabiduría callejera que solo adquieren los artistas que mantienen los pies en la tierra. Y cuando habló de la soledad como compañera, no como enemiga, resonó con una verdad que muchos músicos veteranos comprendemos demasiado bien.

Esa noche confirmé algo que sospechaba desde que la vi por primera vez en un pequeño foro de la Ciudad de México hace 15 años: Lafourcade pertenece a esa rara estirpe de artistas que hacen sentir al público como invitados a su sala de estar, no como espectadores distantes. La niña que gritó “¡Viva México!” al final no hizo más que vocalizar lo que todos sentíamos.

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