Russell Brand se declara inocente ante graves acusaciones de abuso

En un giro que parece extraído de un guion maliciosamente irónico, el actor y comediante Russell Brand, otrora gurú de la contracultura y predicador de la revolución espiritual, compareció ante el Tribunal de la Corona de Southwark para negar con vehemencia los cargos de violación, agresión sexual y asalto indecente que pesan sobre él. Cuatro mujeres han alzado la voz, desenterrando episodios que se remontan a un cuarto de siglo atrás, cuando Brand era el enfant terrible de la comedia británica.

Con la elegancia de un dandi posapocalíptico —gafas oscuras, camisa negra desabrochada y mirada de quien sabe que los focos lo siguen—, el excéntrico artista murmuró “inocente” una y otra vez, como si se tratara de un mantra para exorcizar los demonios que ahora lo acosan. El juicio, programado para junio de 2026, promete ser un espectáculo digno de las más retorcidas distopías orwellianas.

Las acusaciones son tan variopintas como sus personajes: desde una supuesta violación en un hotel de Bournemouth durante una conferencia del Partido Laborista —porque nada dice “izquierda progresista” como un escándalo sexual en un evento político— hasta un intento de arrastre a un baño de hombres en plena cadena televisiva. ¿Improvisación cómica o manual del depredador serial? El público deberá esperar al veredicto.

Mientras tanto, Brand, ese filósofo moderno que intercambió los escenarios por los sermones de YouTube, ahora enfrenta el juicio más incómodo: el de la opinión pública. Porque en esta era de #MeToo y cancelaciones exprés, incluso los gurús de la iluminación deben responder ante el tribunal de la moral colectiva. ¿Ironía? Quizá. ¿Justicia poética? Eso lo decidirá un jurado dentro de dos años.