Bolivia transforma doctrina antiimperialista en brigada forestal
En un giro que hubiera dejado pálido al mismísimo Jonathan Swift, el flamante mandatario boliviano Rodrigo Paz ha decretado que la otrora sagrada Escuela Militar Antiimperialista – ese templo donde se adoctrinaba a los uniformados en el arte de detectar conspiraciones yanquis en cada esquina – será reconvertida en una academia para combatir incendios forestales. Así es: donde antes se enseñaba a identificar imperialistas ocultos, ahora se aprenderá a apagar llamas reales. La ironía, como buen fuego forestal, se extiende sin control.
De la guerra ideológica a la batalla contra el fuego
Fundada en 2016 con el generoso patrocinio de los siempre democráticos regímenes de Irán y Venezuela, esta institución era la joya de la corona de la Alianza Bolivariana (ALBA). Imaginemos el plan de estudios: “Teoría de la conspiración para principiantes”, “Identificación de agentes de la CIA en reuniones de padres” y el avanzado “Cómo culpar a Estados Unidos de la falta de agua caliente”. Ahora, en un acto de pragmatismo que bordea el surrealismo, el presidente Paz ha declarado que estas instalaciones servirán al “servicio a la patria” protegiendo la naturaleza. Los manuales de marxismo-leninismo serán reciclados – nunca mejor dicho – para encender fogatas de entrenamiento.
El nuevo orden geopolítico: de Teherán a los termómetros
Este cambio trascendental se enmarca en lo que los analistas podrían denominar “la gran jugada geopolítica”. Después de dos décadas de coqueteo con las más exóticas dictaduras del planeta – desde el chavismo venezolano hasta el Kremlin ruso – Bolivia parece haber descubierto que los incendios forestales no se extinguen con consignas revolucionarias. El gobierno de Paz busca reanudar relaciones con Estados Unidos, rompiendo el hielo diplomático que perdura desde 2008. Al parecer, han comprendido que es más útil tener bomberos que comisarios políticos cuando el bosque se quema.
En este nuevo capítulo de la política boliviana, los militares cambiarán las arengas antiimperialistas por mangueras contra incendios. Una lección de que, en ocasiones, los enemigos imaginarios deben ceder paso a las amenazas reales. Aunque algunos añorarán aquellos gloriosos días de adoctrinamiento, al menos ahora cuando hablen de “combatir el fuego”, se referirán a algo que existe fuera de sus febriles imaginaciones.














