Caos en Gaza por desesperación alimentaria bajo fuego israelí

En la Franja de Gaza, la desesperación por alimentos alcanzó un punto crítico cuando cientos de palestinos colapsaron un centro de distribución respaldado por EE.UU., derribando vallas bajo disparos de advertencia de soldados israelíes. Testigos relataron escenas de pánico mientras helicópteros militares sobrevolaban la zona y tanques abrían fuego, dejando heridos y humo elevándose en el horizonte. La Fundación Humanitaria de Gaza, designada por Israel para gestionar la ayuda, afirmó que siguió protocolos para “evitar pérdidas de vidas”, aunque la ONU rechaza este sistema, denunciando que convierte la comida en un instrumento de control. Mientras Israel insiste en que Hamás desvía suministros, la población, al borde de la hambruna tras meses de bloqueo, se enfrenta a una elección imposible: arriesgarse a la violencia o morir de inanición. ¿Es esta la “innovación humanitaria” que prometía el siglo XXI, o simplemente otra forma de guerra silenciosa?

La ironía es cruel: en plena era de la inteligencia artificial y los avances logísticos, la distribución de alimentos básicos requiere reconocimiento facial y escoltas armados. Mientras tanto, camiones con ayuda permanecen varados en fronteras, víctimas de una burocracia mortal. Este no es solo un fracaso logístico; es un colapso moral. Si la tecnología se usa para vigilar a los hambrientos en lugar de alimentarlos, ¿qué dice esto sobre nuestro futuro? La solución no está en más vallas ni algoritmos de identificación, sino en desafiar el paradigma mismo: ¿y si en lugar de controlar la distribución, Israel permitiera flujos abiertos bajo supervisión internacional? La historia juzgará este momento no por sus balas, sino por sus panes.