Dinamarca descubre que la amistad entre naciones ahora tiene precio

En un alarde de perspicacia digna de quien descubre que el agua moja, los augustos analistas del Servicio de Inteligencia de Defensa de Dinamarca han desvelado el gran misterio de nuestra era: el país que posee el ejército más caro del planeta y la moneda que sirve de tótem financiero global podría, atención, estar usando ese poder para salirse con la suya. Su revolucionario informe, titulado probablemente “El descubrimiento de la obviedad”, señala con dedo tembloroso que Estados Unidos, bajo el mando del estadista filósofo Donald Trump, ha adoptado una novedosa doctrina exterior. Ya no se molesta en el tedioso intercambio de notas diplomáticas o en las sonrisas forzadas de las cumbres; ha perfeccionado el arte de la persuasión a base de chequera y, en caso de que la aritmética falle, de portaaviones.

La evaluación, un tratado de realpolitik para principiantes, subraya la conmovedora “asertividad” de Washington, un eufemismo tan delicioso como llamar “animado” a un huracán. Mientras, en un rincón del ring geopolítico, los eternos villanos de cartón, China y Rusia, frotan sus manos con gesto de pantomima, soñando con reducir la influencia occidental. Su teatro de operaciones favorito es el Ártico, una especie de patio de recreo helado donde ahora se disputa, con sonrisas glaciales, quién puede extraer los recursos más rápido antes de que el deshielo los devore a todos.

El arte sublime de la coerción monetaria

¿Cómo ejerce su influjo la gran democracia? Los sabios daneses han descifrado el código: utilizando su poder económico. Una revelación que sin duda dejó perplejos a los think tanks del mundo, acostumbrados a creer que las sanciones eran muestras de afecto y los embargos, regalos de cumpleaños entre aliados. El informe sugiere, con la sutileza de un aviso de bomba, que las medidas agresivas no están descartadas. Es la evolución natural de la doctrina: primero el dólar, después los misiles. Un programa de fidelización para naciones donde el premio por no cooperar es un cambio de régimen.

El manual del perfecto hegemon

El documento desgrana con morosidad burocrática cómo la estrategia estadounidense se ha “intensificado”. Traducción: ha abandonado cualquier pretensión de sutileza. La administración del magnate ha escrito un nuevo capítulo en el manual de relaciones internacionales, donde la lealtad se compra, la disidencia se castiga en bolsa y los aliados son reevaluados diariamente en función de su utilidad inmediata, como si fueran acciones en un mercado de valores de la soberanía.

La delicada danza de las potencias ofendidas

Esta asertividad renovada, lejos de ser recibida con una ovación unánime, ha provocado el llanto y el crujir de dientes en las cancillerías aliadas, acostumbradas a un patrón más predecible de dominación. La reacción de Pekín y Moscú ha sido de una hipocresía conmovedora: acelerar sus propios proyectos de expansión mientras denuncian el “unilateralismo” del otro. El Ártico se ha convertido así en el escenario perfecto de esta farsa: una carrera por saquear un ecosistema moribundo, disfrazada de disputa estratégica, donde todos se vigilan con recelo mientras el hielo, indiferente a sus banderas, se derrite. La verdadera alarma en Dinamarca no es que un gigante actúe como gigante, sino haber creído durante setenta años que era un gigante bondadoso.

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