El colapso electoral de LIBRE y la traición a su base histórica

La promesa incumplida: de la esperanza al desencanto en Honduras

TEGUCIGALPA. Durante tres décadas, los nombres de Javier Gámez y María Barahona fueron sinónimo de lucha y perseverancia en las calles de la capital hondureña. Él extraía arena del caudaloso río Choluteca y brillaba calzado en plazas públicas; ella comercializaba frutas con una canasta al brazo. Juntos, se formaron como contadores, criaron una familia y, lo más crucial, depositaron su fe en un proyecto político que prometía ser su voz: el Partido Libertad y Refundación (LIBRE). Este movimiento, forjado en el calor de la resistencia tras el golpe de Estado de 2009 contra Manuel “Mel” Zelaya, se erigió sobre el sudor y las convicciones de la clase trabajadora. En 2021, su apuesta pareció coronarse con la victoria presidencial de Xiomara Castro, consorte de Zelaya. Pero, ¿qué sucedió en apenas un ciclo electoral para que ese mismo pueblo le volviera la espalda de manera tan contundente?

Una derrota anunciada: los datos que el partido no quiso ver

Cuatro años después, el panorama es desolador. LIBRE, fracturado por pugnas intestinas, intenta digerir una debacle electoral sin paliativos. Su candidata, Rixi Moncada, apenas arañó el 20% de los sufragios en los comicios del 30 de noviembre. Mientras la contienda entre Nasry Asfura del Partido Nacional y Salvador Nasralla se mantiene en vilo, una verdad es irrefutable: LIBRE fue masivamente castigado. Incluso el propio Mel Zelaya admitió, con datos internos en la mano, la victoria de Nasralla. La narrativa oficial del partido intenta culpar a la injerencia del expresidente estadounidense Donald Trump y su apoyo a Asfura. Sin embargo, una investigación más profunda revela grietas que se abrieron desde dentro.

En un parque de Tegucigalpa, Gámez y Barahona, ahora coordinadores electorales del partido que ayudaron a construir, analizan con desazón el descalabro. “Se dedicaron solamente a favorecer a sus familias, a sus cercanos y se olvidaron de la gente que los puso ahí”, sentencia Gámez, en una declaración que resuena como un epitafio. Las familias fundadoras, la columna vertebral del movimiento, sintieron el desaire de un gobierno que, según ellos, replicó los vicios de sus predecesores.

Las sombras del poder: amnistías, nepotismo y vínculos oscuros

El primer acto del gobierno de Castro sembró la primera duda: una amplia ley de amnistía para figuras vinculadas a la administración de su esposo, justificada en una “persecución política”. Para una mandataria que hizo bandera de la lucha anticorrupción, fue un movimiento que alertó a observadores y bases por igual. La promesa de una misión internacional contra la corrupción, apoyada por Naciones Unidas, nunca se materializó.

Posteriormente, un informe gubernamental destapó alarmantes niveles de nepotismo en la cúpula. La directora de ese grupo de control huyó del país tras recibir amenazas, un silenciamiento que habla más que cualquier discurso. La investigación periodística aportó un golpe aún más visual: un video de 2013, publicado por InsightCrime, donde supuestos narcotraficantes ofrecían más de medio millón de dólares al cuñado de Castro y líder congresional, Carlos Zelaya. En la grabación, se menciona que la mitad del dinero iría al “comandante”, una alusión que muchos interpretaron como una referencia a Mel Zelaya. Carlos Zelaya admitió el encuentro, pero negó conocer la actividad criminal de sus interlocutores.

“No cumplieron las promesas básicas que hicieron, pero luego, mientras gobernaban, también le recordaron a la gente el pasado que habían votado en 2021 para dejar atrás”, analiza Rachel Schwartz, experta en política centroamericana de la Universidad de Oklahoma, en diálogo con este medio.

La base dividida: entre la lealtad y la desilusión

La noche electoral, frente a la sede de LIBRE, simpatizantes como Obed Godoy y Fanny Rodríguez debatían entre la frustración y la justificación. Rodríguez denunciaba la “hipocresía” de Trump, mientras Godoy intentaba rescatar logros como los subsidios eléctricos. Sin embargo, al ser interrogada sobre si el legado de Castro ayudó a Moncada, Rodríguez admitió que solo “un poco”, eclipsado por los escándalos de narcotráfico y el desvío de fondos en el Ministerio de Desarrollo Social.

En el barrio El Manchén, Karla Godoy, empleada pública y simpatizante, culpaba a la prensa opositora de ocultar los avances en salud y agricultura. No obstante, reconocía “algunas fallas” y criticaba a quienes, influenciados por la retórica alarmista sobre el “comunismo” proveniente de Trump y la oposición local, abandonaron al partido. Este fantasma ideológico se vio alimentado por gestos como la rápida felicitación de Castro y Moncada al cuestionado mandatario venezolano Nicolás Maduro.

Su hijo, Julio César Godoy, fue más crudo: “el partido perdió por una cosa, por la idiosincrasia, porque somos estúpidos los hondureños, nos dejamos llevar de que viene el comunismo”.

La crítica desde dentro: incompetencia y clientelismo

La autocrítica más demoledora provino de las filas históricas. La excongresista y excomandante policial María Luisa Borjas fue incisiva: el fracaso era previsible debido al nombramiento de “personas incompetentes” en puestos clave. “Por eso sufrieron un voto de castigo, porque nunca se preocuparon por el bienestar de la gente”, afirmó.

La experta Rachel Schwartz apunta a una raíz más profunda y sistémica: la incapacidad de LIBRE para romper con el clientelismo endémico del sistema político hondureño, donde los cargos se negocian por lealtad, no por mérito.

De regreso en el parque, Barahona observa obras públicas realizadas, pero confiesa su sorpresa por la dimensión del castigo electoral. Gámez, con la amargura de quien vio traicionado un sueño de décadas, concluye con una frase que encapsula la tragedia de un movimiento que perdió su rumbo: “Nosotros queríamos un cambio para el país, pero la gente de arriba nos traicionó”. La investigación revela que la derrota de LIBRE no fue un accidente electoral, sino el resultado lógico de una desconexión profunda entre sus líderes y el pueblo que los alzó al poder. La pregunta que queda flotando es si esta lección marcará un reinicio o el ocaso definitivo de un proyecto que una vez encarnó la esperanza.

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