El Sacrosanto Manual de la Lealtad y sus Herejes
En un despliegue de celo patriótico que hubiera enrojecido de orgullo a los más fervientes inquisidores, la Sublime Administración del Máximo Comandante ha decidido que la virtud cívica suprema ya no es el pensamiento crítico, sino la obediencia terminal. Su última cruzada se centra en seis apóstatas del Congreso, veteranos de guerra que cometieron el imperdonable sacrilegio de recordar a las tropas que existen órdenes que, por ilegales, no merecen ser cumplidas. Una herejía de manual, literalmente.
La respuesta del trono no se hizo esperar. Desde su púlpito digital, el Mandatario los acusó de comportamiento sedicioso, un delito que, en los nuevos anales de la república, parece aplicarse exclusivamente a quien osa leer la Constitución en voz alta. Se abrió así la caza de brujas, con la promesa de un juicio militar para el senador Kelly, un hombre que, irónicamente, está más acostumbrado a desobedecer la gravedad que a las leyes terrestres.
La Santa Inquisición Legal se Pone en Marcha
El FBI y el Departamento de Justicia, transformados en los nuevos alguaciles de la ortodoxia, activaron sus mecanismos para investigar a este sínodo de disidentes. La noticia, convenientemente filtrada a un canal de fe probada, llegó en un momento de leve turbación para el régimen, tras el bochornoso incidente en el que una jueza federal, anclada en arcaicas nociones de “legalidad”, desestimó los casos contra otros parias del sistema.
Pero la fe mueve montañas, y a los fiscales designados a dedo. Pese al revés, la Gran Inquisidora Pam Bondi salió al balcón de la justicia a prometer fuego y azufre. Aseguró, con la solemnidad de quien anuncia una cruzada, que no descansará hasta agotar “todas las medidas legales posibles” contra quienes se atrevieron a mencionar que la ley es, efectivamente, la ley. Su objetivo: responsabilizar a los herejes por su “conducta ilegal“, que en el nuevo léxico nacional significa “recordar las reglas que nos resultan inconvenientes”.
El Vídeo Subversivo y la Petición de Perdonar la Vida
Los seis proscritos, en un acto de subversión sin precedentes, se turnaron en una grabación para citar textos legales como si fueran versículos de un libro sagrado prohibido. Sus crímenes individuales son tan abominables como diversos: uno fue astronauta, otro coronel, todos veteranos. En el vídeo, se limitaron a sugerir que un uniforme no anula la conciencia. La reacción en la corte fue proporcional a la blasfemia: se habló de castigos capitales y se amplificaron los cantos de la plebe pidiendo que los colgaran, un recordatorio folclórico de que la tolerancia es la virtud principal de los tiempos que corren.
Así, el gran circo de la lealtad absoluta avanza, donde sugerir el cumplimiento de la ley es traición, y donde la justicia es un arma que solo apunta en una dirección. Un espectáculo orwelliano en tiempo real, patrocinado por el poder más antiguo del mundo: el miedo.




















