Incendios récord y ola de calor evidencian la urgencia climática en Europa

BARCELONA — Una ola de calor extremo azota Europa, avivando un incendio forestal catastrófico en España que ha dejado dos víctimas mortales. Las llamas, alimentadas por temperaturas récord, alcanzaron una velocidad sin precedentes de 28 km/h, devorando 6.500 hectáreas en cuestión de horas. Las autoridades catalanas declararon el fuego “incontrolable”, un fenómeno cada vez más común en la era del calentamiento global.

Los bomberos registraron una columna de humo de 14.000 metros, la más alta documentada en la región. Dos agricultores fallecieron al intentar escapar del infierno, mientras 14.000 residentes fueron confinados en sus hogares. Aunque una tormenta atenuó las llamas, los termómetros en Lleida marcaban 39°C, agravando la crisis.

UE acelera descarbonización ante emergencia climática

Mientras el sur de Europa arde, la Comisión Europea presentó un plan audaz para reducir emisiones en un 90% para 2040. La estrategia incluye créditos de carbono internacionales, aunque expertos advierten que las medidas deben implementarse urgentemente. “Hoy, más que nunca, la acción climática no puede esperar”, declaró el comisario Wopke Hoekstra en Bruselas.

Ecosistemas al límite: mares españoles baten récords

Las aguas del Mediterráneo y el Atlántico registraron temperaturas históricas en junio, amenazando la biodiversidad marina y aumentando el estrés térmico nocturno. En Málaga, la Cruz Roja implementó “refugios climáticos” con aire acondicionado y servicios de baño asistido para población vulnerable.

Infraestructuras colapsan bajo el calor extremo

Italia enfrenta apagones recurrentes por la sobrecarga de aires acondicionados, mientras Suiza paraliza un reactor nuclear para proteger el ecosistema fluvial. En Francia, la Torre Eiffel restringió el acceso ante temperaturas de 40°C. Mientras tanto, trabajadores agrícolas exigen protocolos de protección laboral tras la muerte de un obrero en Bolonia.

Esta crisis multidimensional evidencia la urgencia de una transición ecológica justa, un reclamo que resuena desde el Vaticano hasta las calles de Soest, donde vecinos y bomberos libraron una simbólica “guerra de agua” contra el calor extremo.