Una escalada calculada en aguas calientes
Desde esta orilla del Caribe, donde he seguido por décadas la compleja danza geopolítica, puedo decirles que lo sucedido este sábado no es un incidente aislado. Es el segundo movimiento táctico en menos de quince días, una clara señal de que la administración Trump está ejecutando una estrategia de coerción gradual y premeditada contra el gobierno de Nicolás Maduro. He visto cómo estas tensiones se cocinan a fuego lento, pero la velocidad actual es notable. La confirmación por parte de dos funcionarios estadounidenses anónimos del abordaje a un buque mercante frente a las costas venezolanas es la materialización de una promesa hecha pública: el llamado “bloqueo” a los petroleros sancionados.
La sombra alargada de las nacionalizaciones
En mis años analizando la industria energética regional, aprendí que el petróleo nunca es solo petróleo; es historia, política y rencor. Cuando Trump justifica estas acciones exigiendo la devolución de los derechos energéticos y activos de compañías como ExxonMobil, está agitando un fantasma que lleva décadas rondando los pasillos del poder. La nacionalización del sector bajo Hugo Chávez y Maduro dejó una herida profunda y una deuda de miles de millones que Caracas nunca saldó a satisfacción de Washington. Esta no es solo una disputa ideológica; es una reclamación económica de larga data que ahora se cobra con intereses, utilizando a la Guardia Costera y la Marina como cobradores.
El peligroso cruce de narrativas: drogas, bloqueo y derrocamiento
La experiencia me ha enseñado a leer entre líneas los comunicados oficiales. Lo que se describe como un simple “abordaje aceptado” – donde el buque se detuvo voluntariamente– ocurre dentro de un contexto mucho más explosivo. La administración Trump ha entrelazado hábilmente dos narrativas: la lucha contra el narcotráfico –acusando a Maduro de narcoterrorismo– y la recuperación de activos petroleros. Esta fusión crea un marco de acción más amplio y justificable ante ciertos públicos, pero también más peligroso. Los ataques a embarcaciones en el Caribe, que según reportes han dejado más de un centenar de muertos, son ya objeto de escrutinio por posibles ejecuciones extrajudiciales. Maduro no se equivoca al denunciar que el objetivo último es derrocarlo; la jefa de gabinete de Trump, Susie Wiles, lo dejó casi explícito: seguirán “volando barcos” hasta su rendición.
Lecciones de una presión sin precedentes
He sido testigo de muchos despliegues militares, pero el actual es el mayor despliegue en generaciones en la región. Enviar una flota de buques de guerra y hablar de próximos ataques terrestres es un lenguaje que trasciende la disuasión y se adentra en la amenaza directa. La lección práctica que extraigo es clara: cuando la presión económica y diplomática se considera insuficiente, el escalón siguiente es una demostración de fuerza militar progresiva y tangible. El riesgo, como he visto en otros conflictos, es que la dinámica de acción-reacción escape al control, especialmente cuando hay vidas en juego en cada intercepción. El Caribe se ha convertido en el tablero donde se juega una partida de altísimas apuestas, y cada barco detenido es una ficha más puesta sobre la mesa.














