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Internacional

La guerra que navega en los contenedores y ahoga la economía mundial

La tregua en el conflicto bélico no basta para calmar las aguas turbulentas del comercio marítimo global.

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En un giro irónico digno de un guión distópico, los misiles que vuelan sobre el Mediterráneo han encontrado un blanco inesperado: los contenedores de mercancías que navegan hacia Occidente. La presidenta de la Asociación Mexicana de Agentes de Carga, Eva María Muñoz, confirmó lo que todos sospechaban: la guerra entre Israel e Irán no solo mata personas, sino también el margen de ganancia de las multinacionales. ¡Qué alivio saber que el capitalismo tiene prioridades claras!

Las rutas comerciales, otrora libres como el viento, ahora se parecen más a un juego de serpientes y escaleras geopolíticas. Asia y Europa —esas dos viejas amantes del libre mercado— se ven obligadas a bailar al ritmo de los caprichos bélicos, mientras los ejecutivos lloran sobre sus iPads retrasados y los aguacates mexicanos maduran (y pudren) en puertos fantasma. El sector automotriz, agroalimentario y electrónico, esos pilares de la civilización moderna, están al borde del colapso. ¿La solución? Rezar para que los señores de la guerra prefieran tuitear antes que disparar.

Y mientras los tanques rugen, los contenedores escasean. Estados Unidos, en un arranque de patriotismo consumista, vació las reservas mundiales para comprar baratijas chinas antes de que expire la tregua arancelaria. Porque nada dice “paz duradera” como acumular televisores 4K mientras el mundo arde. Muñoz, con la solemnidad de un oráculo moderno, advierte: “La normalización será progresiva… si es que los cañones callan”. Qué reconfortante precisión.

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Las aseguradoras, esas hadas madrinas de la globalización, no pierden tiempo: han convertido cada gota de combustible en oro líquido con primas que harían ruborizar a un pirata del siglo XVIII. Los contratos comerciales, otrora aburridos como un discurso fiscal, ahora incluyen cláusulas que anticipan desde revoluciones hasta meteoritos. Porque en este circo, hasta el apocalipsis tiene su tarifa.

Así navegamos, entre misiles y manifiestos de carga, en un océano donde la única ley es la del más rico. Swift y Orwell, en algún lugar del más allá, toman notas para su próxima sátira.

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