La paz rusa llega en misiles mientras el mundo mira hacia otro lado

KIEV — En un acto de bondad desmedida, el Kremlin envió esta semana su último “mensaje de paz” a un edificio de Kiev: un misil con instrucciones precisas para “desmontar” nueve pisos de contradicciones geopolíticas. Los equipos de rescate, confundiendo el gesto con violencia, trabajaban afanosamente para extraer cuerpos de entre los escombros, elevando a 28 el número de “beneficiarios” de esta operación humanitaria no solicitada.

El distrito Solomianskyi tuvo el honor de recibir el “premio mayor” en la rifa de la destrucción: el ataque más “efectivo” del año, según las métricas de crueldad calculadas por expertos. Mientras las grúas removían restos como si fueran piezas de un macabro Lego, los perros rastreadores olfateaban el aroma de la hipocresía internacional entre el hormigón pulverizado.

La ofensiva, parte de un festival pirotécnico de 440 drones y 32 misiles —patrocinado por el Ministerio de Defensa ruso bajo el lema “Si no puedes convencerlos, arrásalos”— coincidió curiosamente con el cuarto aniversario de lo que algunos insensibles llaman “guerra” y otros, más creativos, “operación especial de reeducación arquitectónica”.

Mientras tanto, en el capítulo “Diplomacia para Dummies”, Estados Unidos celebraba su tradicional juego de “¿Dónde quedó la atención global?”, ahora con distracciones en Oriente Medio y aranceles comerciales. La Embajada estadounidense en Kiev tuiteó su condena entre dos pausas para el café: “Este ataque contradice nuestros tweets anteriores”, rezaba el comunicado, firmado con un emoji de banderita ondeando a media asta.

Los dolientes depositaron flores en un parque infantil, porque nada honra mejor a los muertos que un tobogán manchado de ironía. Valentín Hrynkov, sobreviviente del séptimo piso, describió el ataque como una “experiencia sensorial única”: “Primero el boom, luego el silencio teatral, y después el encore que te hace replantearte tu contrato de arrendamiento”, declaró mientras su esposa extraía metralla de su espalda con unas pinzas de cejas.

Moscú, por su parte, negó cualquier responsabilidad y acusó a los escombros de “autodemolerse”. Mientras el mundo cambia de canal, Ucrania sigue acumulando razones para creer que la paz, como los misiles rusos, siempre llega demasiado tarde y en pedazos.