La Dama del Escondite Eterno Anuncia su Gran Reaparición (Condiciones Aplican)
En un giro tan predecible como el amanecer en el Ártico, la gran sacerdotisa del destierro voluntario, María Corina Machado, ha emergido de su letargo de once meses –convenientemente ubicado en un balcón hotelero– para proclamar al mundo que, efectivamente, piensa regresar a su país. La revelación, que ha conmocionado a absolutamente nadie, vino sazonada con el obligatorio elogio al Mesías de Mar-a-Lago, Donald Trump, a quien atribuye el milagro de haber debilitado al régimen chavista. Porque, como bien sabemos, nada fortalece más la democracia que el respaldo de un caballero famoso por su delicado trato a las instituciones.
“El régimen está en su punto más débil”, declaró la líder, probablemente mientras un asistente le susurraba al oído la última lista de presos políticos. Su lógica es impecable: la situación es tan favorable que debe permanecer oculta, pero tan crítica que anuncia su inminente retorno. Una paradoja digna de los mejores salones, donde la valentía se mide en declaraciones a la prensa internacional y la estrategia en apariciones fugaces desde balcones.
El Regreso (Cuando las Estrellas se Alineen y el Horóscopo lo Permita)
Al ser interrogada sobre los detalles logísticos de su épico regreso –¿paracaídas?, ¿túnel?, ¿intervención militar directa?–, la dama fue vaga como un oráculo griego con resaca. Aseguró que volverá “cuando las condiciones de seguridad sean propicias”, una frase que en el léxico político significa “quizás el martes, quizás nunca, pero guarden la cámara encendida”. Dejó claro, eso sí, que su retorno no depende de la salida de Maduro, lo cual es un alivio: así podremos disfrutar de la siguiente temporada de ‘¿Dónde está María Corina?’, un reality show de supervivencia política que ya tiene a su audiencia en ascuas.
Su viaje a Oslo, un relato de intriga que se niega a contar para “no poner en riesgo” a sus héroes anónimos, tuvo la discreción de un desfile militar. Los datos de vuelo –desde Bangor, Maine– delataron la mano (o la aeronave) de algún benefactor transatlántico muy interesado en la paz venezolana. Qué casualidad que los aviones de los proscritos siempre aterricen en las capitales que reparten premios de la paz.
Nobel, Hijas y la Puesta en Escena de la Libertad
La ceremonia del Nobel, donde su hija recogió el galardón en su nombre, fue el telón de fondo perfecto para esta ópera bufa. Un reconocimiento a la lucha pacífica, recibido en ausencia, mientras se elogia desde la lejanía la mano firme de un presidente que resolvió sus disputas internas con porras y gas pimienta. La ironía, como un invitado mudo, ocupaba un asiento en primera fila.
El primer ministro noruego, cumpliendo su papel en esta farsa, ofreció apoyo para “construir nuevas instituciones sólidas”. Una noble tarea, que sin duda comenzará en el mismo momento en que la dama decida terminar su prolongado interludio nórdico y enfrentar la música –y posiblemente a los tribunales– en casa.
Machado, la candidata que no pudo ser, la líder que no está, pero cuya sombra lo planea todo, cerró su acto con una promesa: “Venezuela será libre”. Y ella, nos asegura, estará allí. En algún lugar. Escondida. Observando. Planeando. Esperando el momento propicio. Mientras, el país real, con su gente real y su crisis real, sigue a la espera no de balcones ni de premios, sino de soluciones que no lleguen en aviones clandestinos ni en discursos para la galería. El absurdo es el único ganador claro en este espectáculo.














