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Internacional

Netanyahu negocia entre escombros mientras Gaza sigue sangrando

Mientras las bombas caen, un frágil acuerdo se teje entre cifras macabras y promesas incumplidas.

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DEIR AL-BALAH, Franja de Gaza — En un espectáculo digno del más cínico teatro político, nuevos “detalles” del alto el fuego emergieron como migajas de pan para paliar el hambre de esperanza. Mientras Netanyahu alista su maleta rumbo a Washington —con parada en Qatar para recoger instrucciones—, los aviones israelíes regalaban a Gaza su dosis diaria de obituarios: 38 palestinos menos, según el recuento macabro de los hospitales. “Traeremos de vuelta a todos, vivos o muertos”, declaró el premier israelí, en lo que podría ser el eslogan de una funeraria avant-garde.

La última propuesta, filtrada con la discreción de un reality show, promete 60 días de tregua condicional: 10 rehenes vivos, 18 cadáveres, y un retiro estratégico de tropas a zonas “amortiguadoras” (léase: donde puedan reagruparse mejor). La ayuda humanitaria, eso sí, llegará en cantidades “significativas”, aunque no tanto como para alterar el paisaje de escombros. La ONU y la Media Luna Roja se encargarán de repartirla, siempre que Israel no decida que prefiere a su ONG favorita, esa que reparte comida con la misma eficacia que las bombas reparten dolor.

Trump, en un cameo surrealista, aparece como garante del acuerdo. Sí, el mismo que hace una semana twitteó que “todo estaba arreglado” mientras Gaza ardía. Su firma, según el documento, sería la garantía de que Israel no reanudará los bombardeos… hasta que le convenga. Hamás, por su parte, exige lo imposible: que la guerra termine de verdad. Netanyahu responde con su mantra: “Gaza ya no será una amenaza”, aunque para ello deba convertirla en un páramo lunar.

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Mientras tanto, en el norte de Gaza —esa zona olvidada donde el hambre es más letal que los misiles—, Israel “magnánimamente” aprobó enviar ayuda. Eso sí, sin detalles. ¿Cuánta? ¿Cuándo? Misterio. Lo único claro es que el corredor humanitario está tan bien diseñado como un laberinto minotauro: para llegar al norte, hay que atravesar el sur, donde las tiendas de campaña se han convertido en ataúdes colectivos. “Ocho personas se han ido”, llora un hombre sobre la arena, mientras el ejército israelí anuncia con orgullo que ha “neutralizado” 130 blancos, todos ellos, casualmente, llenos de civiles.

Las negociaciones, como siempre, giran en círculos: Hamás quiere que la tregua lleve a la paz; Netanyahu, que la tregua le dé tiempo para rearmarse. Y en medio, Gaza sigue contando muertos. El Ministerio de Salud —ese que Occidente cuestiona solo cuando las cifras son demasiado altas— ya suma 57,000 palestinos caídos. Mujeres, niños, combatientes… ¿Acaso importa la etiqueta cuando el resultado es el mismo? La ONU, con su sello de “confiable”, avala los números, mientras el mundo mira hacia otro lado, distraído por el siguiente escándalo en redes sociales.

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