Una Crisis Diplomática con Sabor a Historia Repetida
En mi larga trayectoria observando las relaciones internacionales de América Latina, he visto cómo la figura del asilo diplomático, un noble instrumento de protección, puede convertirse en un arma política que enfría las relaciones entre países. Lo que estamos presenciando entre Perú y México es un capítulo más de una vieja trama, donde la letra de la Convención de Caracas de 1954 choca con los intereses políticos del presente.
La cancillería peruana anunció este viernes que consultará a los estados miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) acerca de la convención de asilo antes de resolver sobre el salvoconducto que facilitaría la salida de la ex primera ministra Betssy Chávez, quien recibió asilo de México. Esta maniobra, que algunos podrían tildar de dilatoria, es en realidad una jugada estratégica. He aprendido que en diplomacia, ganar tiempo es a veces tan crucial como ganar la disputa.
Esta determinación prolonga el impasse diplomático entre ambas naciones, una tensión que escaló cuando Perú decidió romper relaciones con México el lunes pasado. El núcleo del conflicto es la protección concedida a Chávez, quien enfrenta procesos judiciales por su presunta implicación en el intento del expresidente Pedro Castillo de disolver el Congreso peruano en diciembre de 2022.
El Meollo del Asunto: Una Convención Puesta a Prueba
El Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú fundamenta su postura en un análisis jurídico y político. Su argumento central, que he escuchado en pasillos de cancillerías en contextos similares, es que la Convención de Caracas ha sufrido un “uso indebido”. En la práctica, he visto cómo este estatuto, diseñado para amparar casos de persecución política genuina, es invocado a veces para proteger a personas acusadas de delitos de derecho común. El gobierno peruano sostiene que esta práctica desnaturaliza la esencia del instrumento internacional, y por eso insiste en que no tomará una decisión definitiva hasta agotar esta consulta.
Reacciones y el Peligroso Camino de las Declaraciones de “Persona Non Grata”
El jueves, el Congreso peruano intensificó la pulseada al declarar persona non grata a la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, acusándola de una “reiterada injerencia” en los asuntos internos del país. Desde mi experiencia, estas declaraciones parlamentarias, si bien son largely simbólicas, envenenan el ambiente y cierran puertas para una solución negociada a futuro.
La réplica mexicana no se hizo esperar. A través de un comunicado de su Secretaría de Relaciones Exteriores (Cancillería), el gobierno objetó la decisión, tachando los fundamentos de los legisladores peruanos de “planteamientos falsos”. Este intercambio de descalificaciones es, tristemente, un guion que se repite y que rara vez conduce a un desenlace constructivo. La sabiduría en la diplomacia radica en saber cuándo escalar y, sobre todo, cuándo y cómo dejar una puerta abierta para la reconciliación. Por ahora, esa puerta parece estar muy cerrada.
















