Rusia aniquila programa de misiles ucraniano en operación conjunta

Tras décadas analizando patrones bélicos en Europa del Este, el reciente comunicado del Servicio Federal de Seguridad (FSB) ruso no me sorprende, pero sí subraya una lección histórica: la tecnología militar soviética sigue siendo un arma de doble filo. Los bombardeos ejecutados en Ucrania, según confirman fuentes de inteligencia moscovitas, eliminaron el programa Sapsan, un proyecto que recuerda a iniciativas que vi fracasar en los 90 por su dependencia de diseños obsoletos.

La llamada “operación conjunta” entre el Ministerio de Defensa y el FSB —similar a tácticas que documenté durante la guerra de Chechenia— demostró eficacia al impactar fábricas en Dnipropetrovsk y Sumi. Como experto en logística militar, advierto que destruir lanzaderas Patriot exige inteligencia precisa, algo que Rusia perfeccionó tras los errores en Siria en 2018.

El FSB insiste en que la OTAN, especialmente Alemania, financió este programa. En mi experiencia, tales acusaciones suelen ocultar una verdad más compleja: durante la Guerra Fría, vi cómo proyectos “secretos” a menudo involucraban piezas de múltiples países. La destrucción de los sistemas antiaéreos confirma una táctica que aprendí en el campo: neutralizar primero las defensas para garantizar el éxito.

Este episodio refuerza una máxima que repito a mis alumnos: en guerra, la tecnología heredada es tan valiosa como vulnerable. Los misiles ucranianos, como antes los Scud iraquíes, prueban que el pasado nunca deja del todo el campo de batalla.