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Internacional

Terremoto en Turquía deja un muerto y 29 heridos

Un sismo de magnitud 6.1 sacude el oeste de Turquía, dejando un saldo trágico y decenas de afectados.

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En un giro irónico del destino, la Madre Naturaleza decidió hoy que el distrito de Sindirgi, en la próspera provincia turca de Balikesir, necesitaba un recordatorio de su fragilidad humana. Con la delicadeza de un elefante en una cacharrería, un terremoto de magnitud 6.1 —cariñosamente etiquetado como “destructivo” por los expertos— arrasó 16 edificios, como si fueran castillos de naipes construidos por un aprendiz de mago con temblores en las manos.

Las autoridades, siempre diligentes en estos casos, informaron con solemnidad burocrática que un octogenario —el último en ser rescatado de los escombros— decidió que la vida era demasiado aburrida y optó por abandonar este mundo, a pesar de los “heroicos esfuerzos” de los rescatistas. ¿Las cifras? Un muerto y 29 heridos, ninguno grave, porque en Turquía hasta las tragedias vienen con descuento.

Mientras el ministro del Interior, Ali Yerlikaya, aseguraba con entusiasmo que no había cortes de electricidad —porque, claro, lo importante en un desastre es que el WiFi funcione—, los ciudadanos recibieron el consejo del siglo: “Si ven grietas en su edificio, mejor no entren”. Una revelación digna del Premio Nobel de Lógica. Por suerte, la Media Luna Roja ya estaba en el lugar repartiendo sopa y té, porque nada cura el trauma como un caldo caliente y un meme en Twitter.

El alcalde Ahmet Akin, en un gesto de empatía digital, envió sus condolencias por X (antes Twitter), porque en el siglo XXI hasta el dolor se vive en redes sociales. Mientras, Estambul, la ciudad que nunca duerme, sintió el temblor como un ligero masaje terrestre, porque incluso los terremotos saben que hay que tratar con cuidado a las metrópolis turísticas.

Para rematar la función, la AFAD registró 41 réplicas en dos horas, como si la Tierra no pudiera decidir si quería ser un temblor o un festival de vibraciones. Eso sí, todas con magnitud suficiente para asustar, pero no tanto como para que los políticos cancelen sus cenas de gala. Turquía, una vez más, demuestra que hasta en la tragedia sabe mantener el equilibrio entre el caos y la burocracia.

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