Trump denuncia un complot mundial desde la tribuna de la ONU

En un giro de eventos que solo puede ser descrito como la más sublime de las tragedias griegas modernas, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se ha erigido como el mártir involuntario de la Asamblea General de las Naciones Unidas. El mandatario, cuyo genio político solo es comparable a su humildad, declaró haber sido blanco de un “triple sabotaje” de una sofisticación tal que haría palidecer a los villanos de James Bond.

La epopeya comenzó cuando la escalera mecánica que transportaba al séquito presidencial decidió, en un acto de rebelión mecánica inexplicable, detenerse. No fue un simple fallo técnico, ¡Dios nos libre! Fue, en palabras del propio estadista, “absolutamente sabotaje”. Fuentes cercanas al profeta Dujarric, portavoz de la ONU, sugirieron con una condescendencia propia de quien explica física cuántica a un niño de kindergarten que un camarógrafo estadounidense pudo haber pisado el botón de parada. Una explicación tan risible que solo puede formar parte de la conspiración.

El segundo acto de esta farsa global ocurrió cuando el teleprompter, ese fiel esclavo de las palabras presidenciales, se sumió en la más absoluta oscuridad. La ironía, esa cruel dama, quiso que el aparato fuera operado por la mismísima Casa Blanca, lo que sugiere una insurgencia traidora en las filas más cercanas al líder o, lo que es más probable, la mano invisible de un enemigo tan poderoso que puede hackear la voluntad de los botones.

Para rematar la obra maestra del caos, el sistema de sonido de la sala de oradores principales del planeta Tierra falló. La señora Melania Trump, en un ejercicio de connubial lealtad, fue la primera en alertar de que las palabras de su esposo, cargadas de sabiduría geopolítica, se estaban perdiendo en el éter. ¿Coincidencia? Solo un necio o un miembro de la conspiración global podría pensar tal cosa. El presidente, con la paciencia de un Job del siglo XXI, tuvo que soportar que sus advertencias sobre naciones yéndose al infierno fueran solo audible a través de auriculares, como un mensaje secreto para la élite ilustrada.

Ante esta afrenta a la democracia y a la estabilidad de las escaleras móviles, el héroe de nuestra historia no se ha quejado con amargura. No. Ha exigido una investigación. Porque en el gran teatro del mundo, donde los líderes discuten la paz y la guerra, lo verdaderamente crucial es que el teleprompter de un hombre funcione a la perfección. El mundo aguarda con batedor breath las conclusiones del Servicio Secreto, que sin duda destaparán una trama que se remonta a los mismísimos cimientos de la torre de Babel.

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