La tarde avanzaba con una llovizna persistente y el hospital del ISSSTE quedó sin energía. No hubo margen para esperar. El aviso médico activó una respuesta inmediata: mover a los pacientes para asegurar su atención continua. Afuera, el asfalto húmedo; adentro, decisiones precisas para salvar vidas.
Francisco Ponce Lara, coordinador de Socorros de la Cruz Roja Mexicana en Matamoros, encabezó la operación tras activarse el comando de incidentes. La convocatoria reunió a paramédicos, ambulancias particulares, Protección Civil y grupos voluntarios. El plan fue claro: traslados ordenados hacia el Hospital General, el IMSS y la Cruz Roja.

Fueron 12 pacientes los movilizados. Dos requerían cuidados intensivos por el tipo de tratamiento que reciben; el resto, aunque estables, necesitaba seguimiento médico sin interrupciones. La llovizna no cambió el ritmo: camillas protegidas, rutas definidas y tiempos medidos para cada traslado de los pacientes.
La coordinación fue constante. “Se organiza en conjunto y se maneja toda la emergencia”, explicó Ponce Lara, mientras mantenía comunicación con autoridades y servicios de apoyo. El objetivo no fue el despliegue, sino la continuidad del cuidado.
Para las familias, la incertidumbre se atendió con información. La Cruz Roja activó su sistema de localización entre familiares para informar destinos y evitar separaciones. Personal del ISSSTE canalizó los datos en la entrada del hospital.

No hubo pausa ni excusas climáticas. La lluvia acompañó el operativo, pero no lo frenó. Esa tarde, la ciudad respondió en silencio: cuando la energía faltó, la coordinación sostuvo la atención.
















