“No cayó solo el huachicol, cayeron las raíces que lo alimentaban desde Palacio.”
En el puerto de Tampico no descargaban barcos: descargaban futuros. El combustible no solo movía motores, también aceitaba la maquinaria de un proyecto político que hoy busca venderse como “el cazador de ratas” en un país cansado de ladrones con charola.
El golpe sonó fuerte: 14 detenidos, entre empresarios, marinos y exfuncionarios de aduanas, todos parte de una red que convirtió el diésel en oro líquido a través de un truco de papel. El esquema fue tan elegante como burdo: declarar el combustible como “petroquímico exento” y meterlo al país sin pagar un peso de impuestos. Durante casi un sexenio, barcos desfilaron por el muelle como si trajeran mercancía invisible.
El hallazgo de 10 millones de litros asegurados en marzo no fue solo un operativo; fue el inicio de un espectáculo. Y al frente, Omar García Harfuch: el policía que pasó de blindar la Ciudad de México a desnudar la colusión portuaria de Tamaulipas, donde empresarios, marinos y políticos habían hecho un pacto de silencio con olor a combustible.
Lo interesante no es la red en sí —el huachicol fiscal existe desde hace sexenios— sino el timing: Harfuch no solo limpia el puerto, limpia su expediente para mostrarlo como carta de presentación. En la pasarela política, no basta con decir que uno puede gobernar: hay que probarlo en vivo y frente a las cámaras. Y cada detención, cada rueda de prensa, es un ladrillo más en la construcción de su candidatura velada.
Pero hay un detalle que retumba en los pasillos: este golpe no solo toca a empresarios o marinos; también roza las cuerdas del títere político. Porque en el muelle, quienes movían los sellos y permisos no eran improvisados: venían de las estructuras cercanas a Palacio. Harfuch no solo atrapó ratones, también mostró que puede cortar hilos de poder que hasta hace poco parecían intocables.
En otras palabras: mientras el presidente López Obrador insiste en que la “justa medianía” y el combate al huachicol son sellos de la 4T, Harfuch le da la vuelta y se apropia del guion, demostrando que se puede combatir el crimen dentro de casa… incluso si los protagonistas estaban sentados en la mesa del régimen.
Así, el operativo en Tampico se vuelve más que una redada: es una jugada de ajedrez. El gato atrapó al ratón, sí… pero también mostró que puede romper las cuerdas de los títeres del viejo teatro político. Y si esto fue ensayo, el escenario final ya no es un puerto ni un tribunal: es la boleta presidencial.
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La sombra desde la banqueta.