El cometa que vino a espiar al Sol (y a nosotros)?

Dicen que no todos los visitantes dejan huella, pero este no vino de Marte ni de Júpiter: vino de fuera del vecindario. Lo llaman 3I/ATLAS, pero en la banqueta ya le dicen el mensajero interestelar. Llega, mira, mide… y se va. Como si alguien lo hubiera mandado a checar algo.

Oficialmente, la NASA dice que 3I/ATLAS es el tercer objeto interestelar detectado cruzando el Sistema Solar. No está atrapado por el Sol: viene de otra estrella y su camino es una línea recta a velocidad de fuga, como quien cruza un barrio peligroso sin mirar a los lados. Pero si fuera un simple cometa, ¿por qué se mueve tan rápido, tan limpio y tan exacto? Algunos astrónomos murmuran que parece “demasiado estable” para ser natural. En Harvard —sí, donde los rumores visten bata blanca— alguien insinuó que podría tratarse de tecnología alienígena. Y ahí empezó el desfile de teorías.

Entró por el hemisferio sur, desde la constelación de Escudo, y saldrá por Pegaso. No se detiene, no gira, no coquetea con ningún planeta. Apenas se acerca lo suficiente para “ver” al Sol, y se marcha como si hubiera terminado su trabajo. Unos dicen que toma muestras del viento solar; otros, que registra nuestra radiación electromagnética. Los más suspicaces creen que es una sonda enviada hace milenios que recién pasa por nuestro sistema para confirmar que la Tierra sigue encendida.

Su brillo aumentó de golpe, como si hubiera encendido motores. Los científicos hablan de sublimación de hielos; los conspiranoicos, de encubrimiento de maniobras. En cada imagen, el chorro de gas apunta al Sol, como si lo escaneara. Justo antes de su paso más cercano, un destello inesperado en las imágenes del telescopio Webb encendió las redes. NASA explicó que fue una descarga de gases, pero en Twitter leyeron otra historia: “envió señal de salida”.

Y mientras tanto, los foros se llenan de mapas que muestran algo más inquietante: las trayectorias de ʻOumuamua, Borisov y ahora ATLAS parecen alineadas. Tres visitantes en menos de una década, todos desde la misma dirección. Los más serios lo llaman “coincidencia estadística”. Los demás lo llaman “reconocimiento galáctico”. Tal vez alguien allá afuera está cartografiando nuestro sistema, o verificando si la especie local todavía no aprende a cuidar su planeta.

El cometa 3I/ATLAS cruzará el cielo y no volverá jamás. Pero si fue una visita técnica, ya nos escanearon; si fue un mensaje, ya lo enviaron; y si fue una advertencia, ya la ignoramos. Tal vez el universo no nos habla con palabras… sino con cometas disfrazados de hielo. Y allá, en alguna estrella lejana, alguien toma nota de este planeta azul que todavía cree que todo lo que brilla es ciencia.

Columna elaborado por:
La sombre desde la banqueta

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