PAN 2.0: el cambio de logo más caro de la historia

“El PAN cambió de logo, pero no de espejo: sigue mirándose con los ojos del pasado.”

En el escenario del “nuevo PAN”, una pantalla LED ilumina el rostro de Jorge Romero, quien levanta el micrófono como si fuera la antorcha de la renovación. Detrás de él, los mismos apellidos de siempre: exgobernadores reciclados, diputados de traje entallado y sonrisas ensayadas. Todos aplauden con un entusiasmo que huele a protocolo. En el aire flota una pregunta que ni la nueva tipografía azul logra disimular: ¿cambió el PAN o solo cambió el filtro?

El partido anuncia una revolución digital, afiliación exprés y primarias abiertas. Dicen que ahora cualquiera puede ser panista con un clic. Pero eso ya lo sabíamos: en México cualquiera puede ser político, siempre que tenga buena foto de perfil y no le tiemble la mano para levantar el dedo en votación. La promesa de independencia del PRI suena fuerte, aunque en varios estados aún comparten oficinas, contratos y silencios. El PAN asegura haber cortado el cordón umbilical del PRIAN, pero parece que se quedó con la placenta.

Romero repite que “el PAN es la casa de todos”, pero nadie menciona el recibo de luz ni quién barre los pasillos. Abrir la puerta al ciudadano suena bien hasta que llegan los que quieren revisar los clósets donde se guardan los trapos sucios. Dentro del partido, las facciones se miran con recelo: los moralistas, los empresarios, los jóvenes ambiciosos y los veteranos de nómina. Todos quieren cambio, pero sin moverse del asiento.

La reestructura azul tiene más de presentación de PowerPoint que de revolución. Lanzan eslogan, hashtag y hasta aplicación para afiliarte, pero sin autocrítica cualquier rediseño es puro Photoshop ideológico. Hablan de democracia interna, pero los dedazos ahora se maquillan de encuestas. Hablan de ciudadanía, pero el ciudadano de a pie sigue pagando la gasolina para ir a votar por los mismos de siempre.

El PAN dice que busca volver a sus raíces, aunque las raíces no dan frutos si las riegan con discursos reciclados. El país no necesita partidos que se actualicen con filtros de Instagram, sino liderazgos que sepan perder poder sin perder decencia. En el espejo azul, el PAN tiene que decidir si realmente quiere evolucionar o solo vender otra ilusión óptica del cambio.

Columna elaborado por
La sombra desde la banqueta

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