El récord de fentanilo que nadie quiere ganar

Washington DC, Estados Unidos.- En un alarde de eficacia que solo rivaliza con su propia incapacidad para detener el flujo de veneno hacia sus calles, el gobierno estadounidense anunció con bombos y platillos la incautación de tres millones de pastillas de fentanilo, suficientes para anestesiar a todo un continente o, en dosis menores, eliminar a una generación. La Fiscal General Pam Bondi, con el entusiasmo de quien descubre agua en el desierto pero ignora que el pozo está envenenado, declaró esta hazaña como “la mayor incautación en la historia de nuestra nación”, omitiendo mencionar que también es un triste testimonio de la epidemia que devora al país.

“Junto con nuestros valientes socios locales, estatales y federales”, proclamó Bondi con solemnidad, “hemos asestado un golpe mortal a una de las organizaciones de narcotráfico más peligrosas”. Lo que no dijo es que, mientras ella hablaba, otras diez estructuras criminales probablemente celebraban nuevos récords de producción. La DEA, en un esfuerzo digno de una tragicomedia, confiscó 11.5 kilos de fentanilo, una cifra que, aunque impresiona en el papel, equivale a sacar un cubo de agua del océano mientras la marea sigue subiendo.

Como bonus, las autoridades también incautaron millones en efectivo y autos de lujo, porque nada dice “combate al crimen organizado” como una foto op con billetes y vehículos confiscados. Mientras tanto, las drogas seguían circulando en Albuquerque, Phoenix y Utah, porque los cárteles, esos genios de la logística, siempre tienen un plan B (y C, y D). “Así de protegidos están estos líderes”, admitió Bondi, sin darse cuenta de que acababa de describir la inutilidad de su propia estrategia.

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En resumen: el gobierno celebra una victoria pírrica en una guerra que lleva décadas perdiendo, mientras el fentanilo sigue siendo el CEO más eficiente de América, con mejores márgenes de ganancia que Amazon y menos regulaciones que Uber.