Marco Verde revela sus metas tras un debut explosivo en el boxeo profesional

Tras un debut profesional que dejó boquiabiertos a los aficionados del boxeo, Marco Verde noqueó a Michel Polina en apenas 44 segundos, marcando un hito en su transición del ámbito olímpico al profesional. Desde mis años en el mundo pugilístico, pocas veces he visto un salto tan contundente: la técnica depurada de los juegos combinada con la ferocidad del cuadrilátero profesional. Verde, medallista de plata en París 2024, confesó con humildad que esperaba una pelea más larga, pero la oportunidad se cerró con un derechazo impecable. “En este deporte, los planes cambian en un abrir y cerrar de ojos”, me dijo una vez un veterano, y Marco lo demostró.

El mazatleco ya piensa en su próximo combate en julio, posiblemente en suelo mexicano, bajo la guía de Eddy Reynoso. “La experiencia se gana round a round”, comentó, recordándome mis primeras peleas donde aprendí que cada minuto en el ring vale más que meses de entrenamiento. Su encuentro con Canelo Álvarez en el vestuario no fue casualidad: en este deporte, los campeones reconocen el potencial genuino. “Me sorprendió su calidez”, admitió Marco, algo que confirma una regla no escrita del boxeo: los grandes no miden su éxito en trofeos, sino en puentes que construyen.

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Al analizar el estilo de William Scull, Verde mostró una perspicacia inusual para un novato. “Los cubanos imponen ritmo, pero Saúl controló cada detalle”, señaló. Tras 20 años cubriendo peleas, he visto cómo los estilos se chocan como olas: a veces la estrategia vence a la fuerza bruta. Su reflexión me trajo a la memoria aquella noche en el Gimnasio Olímpico, donde un joven Canelo demostró que el boxeo se gana con cerebro más que con músculos. Marco, sin saberlo, ya habla el lenguaje de los elegidos.

Lo que sigue para este prodigio es claro: acumular rounds, absorber golpes y, sobre todo, mantener los pies en la lona de la realidad. Como solía decir mi mentor: “El nocaut es efímero; la disciplina, eterna”.

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