El coordinador del Partido Acción Nacional (PAN) en la Cámara Alta, Ricardo Anaya, se vio obligado a salir al paso y despejar la polémica suscitada por los sufragios nulos emitidos por legisladores de su bancada durante la crucial designación de Ernestina Godoy al frente de la Fiscalía General de la República (FGR). ¿Busca esta aclaración cerrar una grieta interna o es un movimiento estratégico para marcar distancia pública de un gobierno con el que, se rumora, existen diálogos en la sombra?
Anaya no se limitó a declaraciones. En un gesto inusual para este tipo de controversias, presentó ante los medios el documento físico entregado a la Mesa Directiva del Senado. Este escrito, según su versión, solicitaba expresamente que el rechazo total de su grupo parlamentario a la terna enviada por la presidenta Claudia Sheinbaum quedara asentado en el Diario de los Debates. La pregunta que flota en el ambiente es: ¿por qué fue necesario este trámite extraordinario? ¿Acaso anticipaban que esos votos nulos podrían ser interpretados, desde ciertos sectores, como un apoyo tácito o una falta de oposición contundente?
La narrativa oficial habla de evitar “malentendidos”. Sin embargo, una mirada más profunda revela capas de una estrategia política más compleja. Este episodio no es solo sobre una votación; es un síntoma de las tensiones no resueltas dentro de la oposición y de su relación ambivalente con el actual gobierno. Al insistir en dejar constancia por escrito, el PAN no solo aclara su postura, sino que genera un precedente documental. Un testimonio en papel que, en futuras investigaciones o debates, podría servir como prueba de una oposición formal en un proceso que muchos califican de opaco. La verdad que emerge no es solo la del rechazo a una candidata, sino la de un partido que busca navegar entre la oposición frontal y la pragmática gestión legislativa, dejando un rastro burocrático de su postura para la historia.














