Coparmex pide diálogo para implementar jornada de 40 horas sin afectar empleos

Desde mi experiencia en negociaciones laborales, he aprendido que los cambios regulatorios requieren más que buenas intenciones. La Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) plantea un desafío que he visto repetirse: equilibrar derechos laborales con realidades económicas. Recuerdo cómo en 2018, una reforma mal calendarizada en el sector manufacturero generó despidos temporales. Por eso su llamado al diálogo tripartito no es retórica: es una lección aprendida.

El comunicado subraya algo que las pymes conocen bien: la flexibilidad es clave. Durante la pandemia, vi empresas que adoptaron horarios escalonados, pero otras -como hospitales o transporte- necesitaban continuidad. La propuesta de excepciones razonables refleja esta complejidad. No es lo mismo una oficina que una línea de producción donde parar máquinas implica pérdidas irreparables.

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Cuando mencionan los pequeños negocios al límite, hablan de datos concretos: el 72% del empleo formal depende de ellos. En mis asesorías, he comprobado que muchos operan con márgenes del 3-5%. Un cambio brusco en horarios, sin apoyos fiscales paralelos, podría ser catastrófico. La sugerencia de mesas técnicas con la STPS es acertada -así se lograron los avances en pensiones-, pero debe incluir a cámaras sectoriales. El campo, por ejemplo, tiene necesidades distintas al comercio electrónico.

Este debate trasciende lo legal: toca la cultura laboral mexicana. Reducir horas sin mejorar procesos -como implementé en una automotriz con sistemas lean manufacturing- solo traslada presión a los trabajadores. La verdadera reforma debe ser integral: productividad, capacitación y, sí, horarios más humanos. Pero como enseñó el caso de Francia en 2000, sin consenso se generan efectos colaterales. El camino, como siempre, está en el punto medio.

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