Delegado del Bienestar detenido por violencia sexual en Oaxaca

En un giro irónico digno de una tragicomedia barroca, Gonzalo “G”, delegado de la Secretaría del Bienestar —esa institución que promete abrazos donde a veces solo hay puñaladas—, fue arrestado por un delito que contradice hasta el nombre de su cargo. La Fiscalía de Oaxaca, en colaboración con un ejército de instituciones que suelen tardar más en actuar que un trámite burocrático, logró detenerlo por equiparación a violación. ¡Qué eficacia la de nuestras autoridades cuando el acusado no es un ciudadano común, sino un funcionario con cartera!

Los hechos, ocurridos en agosto de 2024 en pleno centro de Santiago Jamiltepec, fueron tan grotescos que hasta la Plaza Constitución —símbolo de orden republicano— se ruborizó. La víctima, tras sobrevivir a la agresión, hizo lo imposible: denunciar a un poder fáctico y ser escuchada. Milagro registrado, aunque las fuentes extraoficiales susurran que otras mujeres, compañeras de la misma dependencia, llevan años cargando con abusos silenciados. ¿Será que el “bienestar” para algunos se mide en impunidad?

El operativo para capturar a Gonzalo “G” movilizó a la Sedena, Semar, Guardia Nacional y policías estatales. Vaya derroche de recursos para detener a un solo hombre, cuando cada día miles de delitos quedan en el olvido. ¿Acaso la justicia también tiene tarifas preferenciales según el puesto del imputado? La Fiscalía, en su comunicado, omitió mencionar cuántas otras denuncias similares han sido archivadas “por falta de pruebas”.

Este caso, más que una excepción, parece un manual de hipocresía institucional: mismos discursos de género, misma retórica de protección, mismos abusos bajo el tapete. Jonathan Swift, en su modestia, nunca imaginó una sátira tan perfecta como la realidad mexicana.