El abogado del narco y la presidenta en un circo jurídico sin red

En un giro digno de un guion de Netflix, el letrado Jeffrey Lichtman, defensor profesional de narcotraficantes ilustres, ha vuelto a escupir fuego retórico contra la presidenta Claudia Sheinbaum. Esta vez, el motivo es el insólito caso de Ismael “El Mayo” Zambada, un caballero de industria farmacéutica no regulada que, al parecer, se extravió en Texas sin que nadie en México se percatara.

Lichtman, con la sutileza de un elefante en una cristalería, acusó a Sheinbaum de actuar como “relacionista pública” del cártel de Sinaloa. “Durante medio siglo, México ignoró a Zambada como a un pariente incómodo, pero ahora que está en manos gringas, exigen su repatriación como si fuera un préstamo bibliotecario vencido”, declaró el jurista, mientras ajustaba su corbata más cara que una redada antidrogas.

Sheinbaum, por su parte, respondió con la elocuencia de un manual de diplomacia para principiantes: “Insistiremos, pero con confianza mutua, como en un matrimonio donde uno espió al otro con la DEA”. La mandataria omitió mencionar que esta “colaboración” recuerda a dos niños peleando por un juguete que ninguno quiere realmente.

El absurdo alcanzó su cúspide cuando salió a relucir que Ovidio Guzmán —hijo del Chapo y cliente estrella de Lichtman— negocia su culpabilidad con EE.UU., el mismo país que antes declaró a los cárteles “terroristas”. “¿Es un acuerdo o un episodio de Breaking Bad?”, se preguntan los ciudadanos, mientras las autoridades mexicanas siguen buscando a Zambada en el mapa como si jugaran al escondite geopolítico.

Para cerrar este esperpento, Lichtman recordó que México “violó acuerdos” al exonerar al general Cienfuegos, lo que Sheinbaum calificó de “irrespetuoso”. Ironías aparte: ¿quién define el respeto cuando abogados defienden capos y gobiernos negocian con terroristas? El circo sigue, pero los payasos ya no dan risa.