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El circo electoral donde los perdedores se coronan campeones

La farsa electoral se viste de triunfo mientras los partidos reinventan la derrota como victoria.

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En un espectáculo digno del mejor teatro del absurdo, los apóstoles de la democracia mexicana se reunieron en el sagrado templo del INE para bendecir sus propios fracasos como milagros políticos. Los representantes de Morena, PAN, PRI y demás fauna partidista demostraron que en México no se pierden elecciones: se reinventan victorias con matemática creativa.

Los actores principales del circo democrático ensayan sus discursos para vender derrotas como triunfos épicos.

CIUDAD DE MÉXICO.- Guillermo Santiago, sumo sacerdote de Morena, presentó su cátedra de “cómo ganar perdiendo”: aunque su partido no conquistó la capital de Durango y retrocedió en Veracruz, declaró victoria contundente. “Antes gobernábamos a 277 mil almas, ahora reinaremos sobre 574 mil”, proclamó con la solemnidad de quien descubre que dos más dos son cinco. El truco mágico: sumar los votos de aliados que días antes despreciaban, porque en política la memoria es tan corta como la ética.

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El PAN, por su parte, ofreció su propio show de ilusionismo: “¡La caída de Morena es nuestra victoria!”, gritó Víctor Hugo Sondón mientras presentaba el 88% de abstención como “despertar ciudadano”. Ironía suprema: el partido que históricamente gobernó para las élites ahora se viste de paladín popular. Su discurso olvidaba mencionar que sus propios gobernadores votaron en la elección judicial que tanto criticaban.

El PRI, ese dinosaurio que se niega a extinguirse, aprovechó para dar lecciones de moral electoral. “Nosotros somos la primera fuerza en Durango”, vociferó Emilio Suárez Licona, omitiendo mencionar que su partido lleva décadas perfeccionando el arte de ganar elecciones por arte de magia. Las acusaciones de condicionar programas sociales sonrieron ante el espejo: el alumno superaba al maestro.

Mientras tanto, en Veracruz la democracia mostraba su rostro más puro: amenazas, agresiones y asesinatos. Marcela Guerra del PRI condenó la violencia con lágrimas de cocodrilo, como si su partido no hubiera escrito el manual de cómo ganar elecciones a balazos.

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El colmo del esperpento llegó con la elección judicial, esa farsa donde el 88% de los ciudadanos prefirió lavarse el pelo antes que votar. Morena la celebró como “triunfo del pueblo”, el PAN como “fracaso del gobierno”, y la Corte Suprema como si fuera concurso de popularidad. Hugo Aguilar, el nuevo ministro estrella, recibió más votos que todo el PRI… lo que dice más del PRI que de Aguilar.

En este circo tricolor, donde cada partido es payaso, trapecista y domador al mismo tiempo, solo Movimiento Ciudadano tuvo el descaro de pedir lo imposible: “Acepten sus derrotas”. ¡Herejía! En México la política no es cuestión de votos, sino de reinterpretar la realidad hasta que cuadre con el discurso. Como decía el clásico: “En este país no hay derrotados, solo victorias mal contadas”.

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