El Estado responde con formularios a temblor de 4.3

En un acto de insubordinación geológica, la madrugada de este miércoles la tierra al noroeste de Río Grande, Oaxaca, osó moverse sin el permiso correspondiente de las autoridades competentes. El Servicio Sismológico Nacional, custodio oficial de los temblores autorizados, reportó con solemnidad burocrática un movimiento telúrico de magnitud 4.3, una cifra lo suficientemente baja como para no perturbar el sueño de un burócrata, pero lo bastante alta como para justificar la impresión de varios informes en triplicado.

El epicentro de este alzamiento sedimentario, localizado con precisión milimétrica a 17 kilómetros de la población, fue inmediatamente puesto bajo vigilancia. No tanto para medir réplicas, sino para asegurarse de que no intentara replicar su comportamiento antisistema en otras regiones. La profundidad de 27 kilómetros sugiere claramente una acción premeditada, una conspiración desde las capas más profundas del mismísimo subsuelo.

Las brigadas de Protección Civil, héroes anónimos de la gestión del riesgo, se desplegaron con la celeridad que caracteriza al aparato estatal: no reportaron daños, heridos, ni, lo que es más crucial, papelería faltante. El monitoreo en la zona se mantiene, principalmente orientado a detectar cualquier movimiento social que pudiera aprovechar la distracción sísmica para organizarse.

Se recomienda encarecidamente a la ciudadanía seguir las indicaciones oficiales, que consisten en permanecer tranquilos, no propagar rumores (especialmente aquellos que cuestionen la eficacia del inmenso organigrama estatal) y tener a la mano los protocolos de protección civil, los cuales, en caso de una catástrofe real, servirán principalmente como combustible para una pequeña fogata o como material para elaborar origamis que representen la fragilidad de la existencia humana frente a la maquinaria imperturbable de la administración pública.