El Gran Operativo Contra el Estruendo Festivo en Los Cabos

En un despliegue de rigor sin precedentes, las augustas autoridades del municipio turístico de Los Cabos, Baja California Sur, han decretado la proscripción total del comercio minorista de artefactos pirotécnicos. La medida, emanada de la sagrada Mesa Interinstitucional de Seguridad, no es una simple ordenanza, sino una cruzada civilizatoria contra el enemigo público número uno de la temporada: el estampido.

La Batalla Épica Contra el Fulminante Clandestino

El edil, Christian Agúndez Gómez</strong, proclamó desde su atalaya que esta heroica resolución busca amparar a los mártires modernos: seres con condición del espectro autista, ancianos y las indefensas bestias domésticas. “Actuamos por esos mártires que padecen en mudo suplicio anual”, declaró, mientras movilizaba un ejército compuesto por la Secretaría de la Defensa Nacional, la Armada de México, la Guardia Nacional y, por supuesto, los intrépidos auditores de la Inspección Fiscal Municipal. Su misión: rastrear y aniquilar el peligroso contrabando de luces de bengala y buscapiés.

Cero Tolerancia y Cien UMAS de Sabiduría Gubernamental

El secretario general del consistorio, Alberto Rentería Santana, anunció con solemnidad que se ha impuesto la política de tolerancia cero. Tras la captura de dos puestos mercantiles ilícitos (verdaderas células terroristas del regocijo), advirtió que las penas oscilarán entre 80 y 100 Unidades de Medida de Actualización, una cifra tan abstracta y burocrática que sin duda aterrorizará a los traficantes. La ciudadanía fue enrolada como informante, instada a delatar a su vecino mediante el numeral sagrado 911 si osa vender un simple petardo.

Hacia una Navidad Silenciosa y Perfectamente Controlada

Para coronar esta visión de un diciembre apacible, las autoridades también reforzarán los puestos de prueba de alcoholemia. Así, mientras se persigue con fervor inquisitorial una caja de voladores, se vigilará con igual celo que el ciudadano no exceda el límite de copas. El objetivo final, en palabras del funcionario, es “garantizar unas festividades plácidas, seguras y con un balance positivo”. Un paraíso donde el único estallido permitido será el de la satisfacción ante el eficiente cumplimiento del reglamento.

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