El Gran Taco de México o cómo sazonar la propaganda estatal

En un alarde de sofisticación culinaria que haría ruborizarse a los food trucks de la esquina, el gobierno de Tamaulipas desplegó su arsenal propagandístico en el “Gran Taco de México”, evento donde la carne asada tuvo que competir con el asado de cifras turísticas servidas en tortillas de maíz transgénico.

Entre bocados de arrachera y sorbos de salsa verde, el secretario de Turismo local proclamó, con la solemnidad de un Nobel de Gastronomía, que estos tacos eran “la metáfora perfecta” del estado: una mezcla de “seguridad” (¿condimentada con balas perdidas?), “conectividad” (para huir rápido) y “calidez humana” (siempre que no preguntes por los desaparecidos).

El menú, según el funcionario, incluía delicias regionales como “enchiladas tultecas” (herencia prehispánica saqueada), “jaibas rellenas” (de promesas incumplidas) y “tamales de venado” (especie en peligro de extinción, como la transparencia gubernamental). Todo ello, eso sí, “acompañado de tortillas hechas a mano” (y estadísticas amañadas).

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Mientras los comensales masticaban trompo al pastor (¿o era el circo político?), Hernández Rodríguez aseguró que esto era solo un “entremés” de lo que ofrece Tamaulipas. Eso sí, omitió mencionar el plato fuerte: la corrupción a la parrilla, servida con guarnición de impunidad y postre de desarrollo desigual.

Al final, el evento logró su objetivo: demostrar que, en México, hasta los tacos pueden ser instrumentalizados para endulzar realidades amargas. ¡Bon appétit!

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